Las claves del femicidio en Chile


Fuente: Emol

Cinco son los factores que explican por qué este año llevamos 51 víctimas: la juventud de ellas y de sus victimarios, el burocrático trato que se le da a las denuncias, redes de protección poco desarrolladas para las afectadas, el empoderamiento de la mujer -que todavía encuentra rechazo entre los hombres-, y el que ellos todavía consideren la violencia como parte de la privacidad del núcleo familiar. Todos ellos, consignados en un informe de la Flacso, entregan un panorama de este fenómeno en Chile y predicen que, de no cambiar la situación, las cifras de víctimas seguirán creciendo.

Magdalena Andrade N.

51 mujeres han muerto este año en Chile a manos de sus parejas o ex parejas. Haciendo un cálculo rápido, estamos hablando de un asesinato por semana en lo que va corrido de 2007. O peor aún, como sucedió hace algunas semanas, cuando se registraron tres muertes en menos de cinco días

Aunque alarmante, la cifra en sí no es ninguna sorpresa. El año pasado hubo en el país 81 víctimas; 70 durante 2005, y se cree que las tasas han sido similares en años y décadas anteriores, de las que no existe un mayor registro. Los casos que componen las cifras recientes, en su mayoría, son aquellos que ha recogido la prensa, ya que no existe una estadística oficial que sindique cuántas de las fallecidas anualmente por homicidio fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas.

A pesar de ello, un equipo de investigadores Flacso-Chile, liderados por la socióloga Claudia Dides, elaboró el informe "Panorama de Sexualidad y Derechos Humanos en América Latina: Chile", que presentarán próximamente en Brasil, donde dedican un apartado especial a este fenómeno y cómo ha evolucionado en los últimos años, especialmente luego de que el Servicio Nacional de la Mujer (Sernam) lo incluyera, a partir del año 2000, entre sus prioridades de acción.

Los resultados de este informe identificaron cinco factores que propician la expansión del femicidio en Chile. "Todos esos elementos demuestran que aquí aún es natural para las personas la idea de que un hombre agreda a una mujer. Y si no conseguimos poner en marcha políticas fuertes que contrarrestren estas barreras -principalmente culturales-, corremos el riesgo de que se naturalice también la muerte", sentencia Claudia Dides.


1. La realidad de la violencia intrafamiliar:

Hay más denuncias, pero menos detenidos. Desde que el Sernam comenzó con su campaña anual de prevención de la violencia intrafamiliar, en 1994, caló hondo entre las mujeres la necesidad de denunciar a sus agresores. Prueba de ello es el crecimiento exponencial en el número de denuncias por año, que en 1995 alcanzó las 38.200 y once años después, en 2006, se duplicó a 80 mil.

Este aumento, a ojos de la especialista, se dio por la creciente incorporación de la mujer al mundo público, "que hizo que una serie de factores que antes no se estaban visibilizando, ahora sí se vieran, y las mujeres encontraran el espacio propicio para poder denunciar. Por eso el Gobierno debió tomarlo como parte de su agenda pública", sostiene.

Sin embargo, el gran problema ha sido que una parte importante de estas denuncias no ha arrojado responsabilidades para los agresores. Para demostrarlo, Claudia Dides recurre a las cifras: "Entre 2001 y 2002 aumentan las tasas de denuncia casi en un 14%, pero disminuyen las detenciones. Este es un dato alarmante si se considera que más de la mitad de las víctimas de femicidio en Chile tenía antecedentes de haber hecho una denuncia en Carabineros", sentencia.


2. Los cambios culturales en el país:

Hombres y mujeres no han ido al mismo ritmo. En su investigación, Claudia Dides y su equipo constataron que los cambios culturales no han alcanzado de la misma forma a hombres y mujeres y así lo evidencian: "Las mujeres, a partir de los 90, se empoderaron, se convirtieron en sujetos de derecho, pero ese cambio no fue igual en los hombres.", argumenta.

La abogada y criminóloga Patricia Arias, también de Flacso y vinculada al tema por su trabajo en el Programa de Seguridad y Ciudadanía de esa institución, sostiene que la causa de esta incongruencia tiene que ver con este cambio de mentalidad que se ha propiciado para las mujeres ha sido demasiado rápido, y los hombres no han sabido seguir ese ritmo: "Las mujeres tienen más conciencia de que son fuertes, pero ese proceso no ha ido a la par con la comprensión necesaria que se requiere del otro género. Y en Chile este cambio de mentalidad ha sido especialmente rápido. De alguna manera, entre los más jóvenes es más igualitaria la relación, pero los hombres igual se sorprenden de una mujer que les contesta cuando no están preparados para que lo hagan, y eso genera situaciones de conflicto más complicadas. Es, para ellos, una mujer que se sale de control", asegura.

Por otra parte, para las mujeres sigue siendo extremadamente difícil romper el círculo de la violencia: "Son capaces de soportar situaciones de abuso por mucho tiempo, porque no es fácil llegar e irse de la casa, hay emociones de por medio. Uno dice: pero cómo quiere a ese hombre, si él le pega. Pero así es".


3. Lo que pasa dentro del hogar:

La agresión intrafamiliar todavía se considera un ámbito "privado". Este es un punto que afecta especialmente a los hombres, y así lo constata Dides en el informe. Las mujeres, al atreverse a denunciar y hacerlo en mayor cantidad, han demostrado que para ellas la violencia intrafamiliar es un ámbito que debe traspasar a la intimidad del núcleo familiar. Pero muchos hombres, especialmente aquellos que responden al perfil del agresor, consideran que todo lo que pasa dentro de la casa debe quedarse ahí, y no atravesar hacia la esfera pública.

Por eso se cree que, todavía, detrás de las mujeres que denuncian son muchísimas las que se callan para mantener la privacidad de la familia. "Los hombres maltratadores todavía viven en la fantasía de que, dentro de su casa, la ley la impone él. Afuera son educados y respetan la igualdad hombre/mujer, pero llegan a su casa y hasta ahí llega esa igualdad", dice la abogada. Y este fenómeno se da especialmente en los sectores más acomodados y tradicionales, desde donde viene la menor cantidad de denuncias, "porque tratan de solucionar el problema entre ellos".


4. La edad de las víctimas y victimarios:

La juventud les juega en contra. En los últimos años, mientras aumenta el número de asesinadas, cada vez disminuye más su rango de edad. Hoy, la mayoría de ellas son mujeres jóvenes -entre 15 y 35 años-, muertas a manos de parejas o ex parejas también jóvenes.

Algo contradictorio para la especialista, pues, dada las continuas campañas de sensibilización sobre el tema, deberían ser ellos los más conscientes, más abiertos a la igualdad de géneros y los menos machistas. Pero esta tendencia se explicaría, según su análisis, por la conformación de la sociedad que le está tocando vivir a la población joven del país.

"Hoy existe una tendencia a que las relaciones sean mucho más precarias que en el pasado, por esta sensación de la mujer de que puede cortar las relaciones e irse, e incluso llevarse a sus hijos, porque tiene la capacidad de mantenerlos. Eso hace sentir a los hombres que tienen que ejercer mucha más violencia para poder tener el control, y con mucha mayor fuerza", explica.

Patricia Arias cree que el hecho de que los jóvenes de hoy estén más estresados también les afecta en el control de sus decisiones: "Tienen menor conocimiento para el manejo del estrés. En los sectores más pobres, los hombres se estresan porque no tienen proyectos, tienen más desesperanza, y en los sectores altos, porque están mucho más sobreexigidos".

Según Claudia Dides, también ha resultado difícil introducir el mensaje del cambio en los que hoy son jóvenes, porque crecieron en un ambiente donde los roles hombre/mujer todavía eran rígidos. "Uno tiene la expectativa de que los cambios se den rápido, pero, ¿cuánto nos demoraremos en que la sociedad entienda el mensaje? Son procesos sicológicos y culturales lentos", asevera.


5. Redes de protección a las víctimas:

Todavía no están suficientemente desarrolladas. Tampoco, según el informe, lo hacen mejor las redes sociales que necesariamente deberían acoger a una mujer que se ve sometida a esta violencia, y que es la principal candidata a ser víctima de un femicidio. Aún no se ha trabajado en un sistema de protección efectivo que acoja a estas mujeres desde el momento mismo en que interponen una denuncia.

El ejemplo de esta deficiencia es más que decidor: de todas las mujeres fallecidas por femicidio, más de dos tercios habían interpuesto una denuncia en Carabineros, muchas de las cuales, luego de la investigación, habían decretado la prohibición del victimario de acercarse a la víctima. Los vecinos y cercanos, además, prefieren no inmiscuirse en el tema, "bajo el principio de que es de la vida privada de los afectados".

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