María Rojas
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A lo largo del siglo XIX y XX, el movimiento feminista pasó por diferentes etapas, corrientes y diversas agrupaciones en todo el mundo. Desde movimiento de mujeres, otros abiertamente feministas, algunos de obreras, de mujeres militantes, otros de sectores medios y altos, que revelan la diversidad de ideas y políticas de las mujeres en distintas épocas de la historia, su composición y el momento político.
El movimiento en sus dos grandes olas tuvo que dialogar con las principales corrientes políticas y estratégicas que planteaban la liberación de la humanidad y la transformación social. Desde la revolución francesa, el movimiento de mujeres tomó caminos crecientes hacia la conformación de movimiento político, tomando ideas radicalizadas del liberalismo, para plantear la lucha por la igualdad y el reconocimiento de la mujer como ciudadana; después pasó a construir sus teorías desde corrientes como el anarquismo, el socialismo utópico, el marxismo, que fueron desde perspectivas cuestionadotas del conjunto de la sociedad, cuestionando la naturalidad de la subordinación de las mujeres, el matrimonio, las desigualdades y pasando a explicar de fondo sus raíces, sobretodo éste último, el marxismo, al plantear una teoría para explicar los orígenes del sometimiento de las mujeres en la sociedad de clases, que lo planteó ligado a la existencia de la propiedad privada y la familia patriarcal.
Esta explicación de Engels, en su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, en la conocida frase “El primer antagonismo de clase aparecido en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre hombre y mujer en la monogamia, y la primera opresión de clase con la del sexo femenino por parte del masculino”, dio cuenta de la necesaria relación de las opresiones de clase y género. En este sentido, concuerda con la acumulación de experiencias que las clases empezaban a hacer en lucha por sus intereses en los albores del capitalismo, nuevo sistema de producción social y económico, porque el campesinado, pasaba la posta a la clase obrera, que comenzaba a incorporarse y nacer como clase. La burguesía que había cumplido un rol de progreso dejó de cumplirlo, y la expresión más dura fue que con el desarrollo de las fuerzas productivas, en que las mujeres y los niños se incorporaron como mano de obra precaria, teniendo que vender su fuerza de trabajo y someterse a las peores condiciones de vida.
La revolución francesa que había visto luchar a las mujeres codo a codo, desde las campesinas pobres, mujeres del pueblo hasta las señoras ilustradas, por el pan, la igualdad y la libertad, fueron separadas por las nuevas condiciones que impuso la realidad de la lucha de clases, que las separó en distintos lados de la barricada en la Comuna de París, cuando las mujeres y hombres de la clase obrera y el campesinado pobre, constituyen la primera experiencia de doble poder y gobierno obrero del mundo tras enfrentarse duramente al ejército de las potencias burguesas. Las mujeres de este acontecimiento fueron recordadas después como las petroleuses o incendiarias, mujeres tildadas de peligrosas que actuaron tomando las armas para enfrentarse a las del otro bando.
Desde estos acontecimientos, la unidad de las mujeres en la lucha por su emancipación, que había comenzado a constituirse como movimiento social y político, nunca más pudo estar planteada hasta el final. Desde aquí nunca más las mujeres pudieron defender hasta el final sus derechos y su emancipación sin distinguirse entre clases porque mientras unas luchaban por acceder a la propiedad privada y la educación, otras simplemente no accedieron a estos derechos y se vieron envueltas en condiciones de vida radicalmente distintas. No hablamos de que naciese una enemistad caprichosa entre las mujeres, sino del cambio concreto que significó para las mujeres ilustradas pasar a ser mujeres privilegiadas con derechos civiles, mientras las trabajadoras y las pobres tenían que cuestionar mucho más que un derecho político para plantear su emancipación, tenían que comenzar a enfrentar el capitalismo.
Los intereses de la clase obrera, opuestos a los de la burguesía, dividieron en concreto los intereses de las mujeres, aunque no dejara de existir la opresión cultural, material, económica que recae sobre las mujeres, ya de carácter milenaria. Pero esta opresión concretamente se transformó. Por lo tanto, si bien la opresión podía recorrer las diferentes clases sociales, la explotación dividía a las mujeres entre una y otra clase, haciendo diverger sus intereses.
El desarrollo, las crisis y las guerras del capitalismo durante el siglo XX, hicieron evidentes las diferencias y divisiones sociales de forma extrema. Los procesos más agudos, las revoluciones, echaron por tierra la estabilidad capitalista y pusieron realmente a prueba las estrategias de liberación de los oprimidos. Mientras la guerra dividió a las mujeres y al movimiento feminista, entre las oprimidas de una nación y las imperialistas de otra que la oprimió, las revoluciones, dividieron a las mujeres en clases sociales contrapuestas, dando cuenta estos acontecimientos agudamente de las contradicciones de la sociedad. La lucha por la liberación de las trabajadoras, las campesinas y pobres, junto a sus hermanos explotados y oprimidos, amenazaba poner fin al poder de la clase dominante y poner fin al poder tanto de mujeres como de hombres asentados en el poder capitalista. Muchas huelgas de mujeres, nos hacen recordar el carácter de clase de sus luchas, porque si bien el movimiento sufragista fue una lucha que convocó a todas las mujeres, las mujeres trabajadoras ya comenzaban a luchar por sus condiciones de vida en importante huelgas que nos recuerda el 8 de marzo. “acción organizada por mujeres obreras del siglo XIX como en el 8 de marzo de 1857, en Nueva York, las obreras de la fábrica textil pararon por la demanda contra las 12 horas de trabajo y los salarios miserables. En 1909, medio siglo más tarde, 140 jóvenes obreras murieron calcinadas en la fábrica textil donde trabajaban. En 1912, en la ciudad de Lawrence, en EEUU, la huelga conocida como "Pan y Rosas", culmina en un triunfo sindical tras la matanza de sus hijos por la policía. Una pancarta de las trabajadoras, se dice, llevaba la consigna "queremos el pan pero también queremos las rosas". La mismísima revolución rusa, unos años más tarde, en febrero, en que es el 8 de marzo, es comenzada por las movilizaciones de las mujeres trabajadoras en huelga. Estas experiencias nos plantean el carácter de la lucha de las mujeres, que cruzó el género y la clase.
Desdeñar hoy las experiencias de la historia es de una profunda ceguera. Hoy mientras una nueva crisis económica internacional en curso, golpea en todo el mundo con diferentes magnitudes, comienza nuevamente a poner en jaque la estabilidad capitalista y sacar a flote contradicciones importantes como es la supuesta naturalidad del capitalismo como sistema social, que los Estados democráticos hagan patente su carácter de clase, burgués, al poner grandes sumas en los bolsillos de los empresarios evitando sus quiebras. Y pone en discusión al neoliberalismo como modo de ordenamiento de la economía capitalista, lo que abre perspectivas para potenciar crisis políticas y sociales, y permea las conciencias de las masas con la experiencia concreta de sus efectos y consecuencias. Comienza a abrirse terreno una vez más para que quede demostrado que la clase dominante manda para sí y los que gobiernan sus intereses lo demuestran, al salvar la estabilidad y sus ganancias, que están en primer orden de prioridad y que las más golpeadas con la cesantía y la miseria dentro de la clase trabajadora y el pueblo pobre, volvemos a ser las mujeres.
Desde los 70` con una oleada de procesos revolucionarios en todo el mundo y la segunda ola del movimiento feminista, en que hombres y mujeres de la clase trabajadora y el pueblo pobre dieron todo de sí, no hemos tenido tras la derrota, más que 30 años de ofensiva neoliberal, con dictaduras en Latinoamérica y una ofensiva neoliberal contra la clase obrera, que dieron nuevos aires al capitalismo. En los 80 y 90, si bien las mujeres se organizaron en movimientos por los derechos humanos y contra la dictadura, la coptación como método de regeneración de los regimenes, fue multiplicada en todo el continente. En el movimiento feminista se produjo también la fragmentación del movimiento social y las corrientes que en los 70` fueron hegemónicas, sucumbieron junto a las organizaciones que le dieron sustento. En los 80` el desarrollo de las ONG, con la inversión del imperialismo y los organismos internacionales, fueron ocupando el terreno que se abrió, para apoyar a los Estados democráticos que comenzaban a gobernar. El feminismo se dividió entre las autónomas de las instituciones y las institucionalizadas, con viejas militantes y las surgidas estos años, que tuvieron que adaptarse a la nueva situación, tras la pérdida de hilos de continuidad con los 70`. Los encuentros de mujeres feministas las reencontraron, sobretodo el del 81`, que realizó discusiones sobre como se encontraba el movimiento feminista, acordando retomar la actividad pero sobre bases fragmentadas y múltiples estrategias. Toda la estrategia del movimiento feminista se vio sumergida en el posibilismo de la nueva situación y las expectativas que abría el desarrollo de la democracia. Cualquier planteamiento que desconociera las acciones de la democracia o pusiera en duda su legitimidad, parecía situado en un contexto del pasado ya enterrado y tristemente borrado. Las feministas autonomistas que habían continuado la lucha social, trataron de resistir pero muchas de ellas se adaptaron a una liberación creativa e individual en los marcos del capitalismo, apostando al cambio de conciencia y dejaron de luchar directamente contra el Estado y sus instituciones, por fuerza de la derrota y la adaptación. Muchos otros feminismos volvieron a revalorizar lo femenino y abandonar las teorías que cuestionaban el papel de la mujer en la sociedad, replantearse el feminismo y comenzar una fragmentación por la diferencia que se reivindicó para la lucha de cada cual y que se hizo excluyente. Hoy desde las teorías posmodernas se plantea que el género está en crisis.
Y aunque muchas discusiones continúan abiertas dentro del movimiento feminista y también viejos debates, la historia nos enseña a no olvidar las experiencias del pasado, no para mantenerlas como bellas imágenes de un pasado mejor, sin más, sino para mirar el presente y explicar sus huellas. Hoy nos encontramos con un movimiento de mujeres casi inexistente, pero las mujeres en ciertos países se han ido integrando a la lucha junto a otros movimientos sociales, en los procesos de transformación profunda ocurridos estos últimos años, como en Bolivia, Venezuela, Argentina, en que tras la caída de gobiernos neoliberales barridos por la acción de las masas, han asumido gobiernos progresistas que con un discurso antiimperialista y de humanización del capitalismo, han tomado las expectativas de la clase trabajadora y el pueblo pobre, entre ellos las mujeres, para poder sostener la estabilidad. Muchas promesas dio el gobierno de Chávez a las mujeres, pero aunque no se ha conquistado el derecho al aborto, algunas feministas autonomistas han proclamado el chavismo como su bandera de lucha y la estrategia gradual la vía de obtener cambios. La integración de campesinas y mujeres indígenas en Bolivia, no trajo cambios sustanciales en los niveles de vida de las mujeres trabajadoras y pobres, ni nada sustancial como avance sus derechos. Tabaré Vásquez, ha vetado la ley del derecho al aborto, dos veces votada y ganada en el parlamento, negando este derecho a miles de mujeres de Uruguay y demostrando con claridad los grandes límites de los gobiernos progresistas, también serviles al capitalismo y la democracia de los ricos que gobierna para sus intereses. En Chile, Bachelet que concentró las expectativas de muchas mujeres, oprimidos y excluidos, ha demostrado gobernar para los empresarios cuando otorga sumas importantes a los empresarios para salvar sus ganancias. Mientras la “píldora del día después” fue usurpada por la derecha y la iglesia, a las que la concertación se subordina, siguen muriendo mujeres por violencia machista y femicidio, siguen quedando mujeres enfermas por aborto clandestino, se sigue discriminando y reprimiendo a todo el que lucha. Bachelet demostró no defender nuestros intereses.
Los puestos de poder en cargos de la democracia para ricos o el imperialismo, conquistados por mujeres en todo el mundo, no sólo revelan que son mujeres que se contraponen a nuestros intereses por estar a favor de los intereses de los capitalistas. Sino que además, que estas mismas mujeres forman parte junto a otras, de una clase que defiende su poder a través de la mantención de las peores condiciones de vida para miles de trabajadores y trabajadoras en el mundo y mantiene sumidos en la pobreza, a 1300 millones de pobres de los que el 70% somos mujeres. Nada tienen en común Hillary Clinton, Condolezza Rice, Bachelet con las mujeres trabajadoras que ganan menos del sueldo mínimo, nada tienen en común las mujeres que son soldados de las tropas de EEUU, que asesinan y torturan a otras mujeres palestinas y árabes en Irak y Gaza. Las mujeres no somos todas iguales, y aunque todas vivamos descalificaciones diarias por ser mujeres, no hay intereses compartidos con las que se benefician de nuestra opresión y explotación, las que viven y mantienen su lugar con la usurpación de nuestro trabajo y la mantención de nuestra miseria.
Por eso decimos que mientras exista este sistema de opresión y explotación de miles de seres humanos para beneficio de un puñado de capitalistas, es necesario plantearse la lucha por la emancipación de nuestras cadenas, apostando por una estrategia que plantee la superación y el fin de este sistema irracional que es el capitalismo. Las mujeres trabajadoras, parte de la clase trabajadora que mueve esta sociedad, las mujeres pobres y estudiantes, que nos vemos perjudicadas y oprimidas por este sistema de forma brutal, no podemos sólo apostar a cambiar una u otra ley de los gobiernos de la democracia para ricos, tenemos que plantearnos nuestra emancipación total. Como en la historia del movimiento de mujeres y feminista, han existido muchas corrientes y estrategias de emancipación, pero muchas de ellas probadas también en acontecimientos importantes, es que no podemos ser ilusos en creer que ya no son efectivas porque pasaron de moda o porque alguien dijo que el capitalismo se había vuelto un sistema eterno e invencible. Todos los días el capitalismo demuestra sus miserias y el mismo reproduce las condiciones de su muerte, para las tareas que nos convocan, es necesario observar la realidad para saber que el patriarcado se ha adaptado al capitalismo de forma excepcional, porque el trabajo doméstico realizado por las mujeres milenariamente, hoy sigue siendo realizado por las mujeres, pero sobretodo por las trabajadoras y mujeres pobres con lo que el Estado y los patrones se ahorran entre un 35 y 55% del producto interno bruto de los países, mientras las que pueden pagarlo como servicio se liberan de él.
Por eso nuestra estrategia de emancipación debe apuntar a terminar con el capitalismo y cuestionarlo desde hoy desde las más mínimas situaciones defendiendo nuestros derechos, planteándonos como horizonte la lucha por la emancipación social a través de la revolución socialista para sentar las bases de nuestra liberación. Porque, ¿será acaso posible nuestra emancipación si no terminamos con este sistema capitalista que reproduce nuestra opresión y explota a miles de mujeres y hombres? Es posible que en los marcos de la democracia para ricos sea suficiente con la denuncia o la profundización de una democracia marcadamente a favor de la clase dominante? Es que acaso la opresión de las mujeres trabajadoras y pobres no tiene un rostro marcadamente capitalista y la alianza del patriarcado y el capitalismo se ha hecho indisoluble?
Todas estas preguntas las abrimos, porque es necesario un debate del movimiento de mujeres, feminista y de la izquierda, para pensar que estrategias son necesarias hoy cuando el capitalismo vuelve a presentar crisis y guerras, y procesos de lucha de clases que dejan claro que no será de forma pacífica nuestra emancipación. Dejamos hoy estas preguntas abiertas para la discusión con las feministas autónomas y anarquistas que también luchan por los derechos de las mujeres.
Nosotras creemos que toda lucha por una reforma parcial nos deja con miles de otras situaciones sin cuestionar y con una idea ilusoria de que gradualmente se puede transformar el capitalismo, cuando es necesaria la transformación radical de las relaciones sociales que nos someten a las mujeres y eso es tocando las bases que las sustentan. Hoy viejas estrategias se tiñen de nuevos conceptos e ideas que no hacen más que encerrar una profunda adaptación y confianza en la paz social y en los acuerdos entre las clases radicalmente opuestas. No es posible salirse de las relaciones sociales o cambiar nuestra situación sólo cambiando nuestras conciencias, porque un cambio de conciencia no cambia las relaciones sociales de conjunto que nos afectan, es necesario que de denunciar nos planteemos nuestra emancipación hasta el final. Por eso hemos dado paso a la conformación de una agrupación de mujeres que luche por los derechos de las mujeres trabajadoras, conformada por trabajadoras y estudiantes que vivimos las miserias a las que estamos condenadas. Desde Pan y Rosas – Teresa Flores, creemos que esta lucha debe plantearse desde el derecho al aborto y anticonceptivos libres, legales y gratuitos, y al mismo tiempo la eliminación del trabajo doméstico como tarea de mujeres, para avanzar a la socialización total de estas tareas que recaen sobre nosotras. Estas ideas que son parte de nuestro programa de esta agrupación que levantamos con una perspectiva anticapitalista, clasista y revolucionaria.
*Ponencia presentada en Escuela del Fel, Enero de 2009, en debate con Victoria Aldunate de memoria Feminista