Boletín Segunda Sesión: La familia y la propiedad privada


El mito de la inferioridad biológica de las mujeres y la opresión sexual. ¿de donde nace la familia, y nuestra opresión?

En la primera edición de este boletín, señalábamos a grandes rasgos como se pasó de un modo de producción y una sociedad donde el lugar social de las mujeres se consideraba igualitario al de los hombres y donde las diferencias en las tareas no significaba opresión -dado que las tareas eran colectivas-, a una sociedad basada en la familia, la monogamia y las clases sociales, dando paso a la sociedad clasista y la propiedad privada, una sociedad como la conocemos hoy, a pesar de grandes cambios en la historia de la humanidad y saltos, nos encontramos aun en una sociedad de clases, en el capitalismo.
En esta edición, queremos decir que es importante cuestionarnos de fondo si este lugar que nos toca a las mujeres en la sociedad se debe a razones biológicas o sociales. Ya en los 70 el feminismo radical planteaba que las mujeres somos una casta o una clase, pero nosotros creemos que somos un género interclasista. Esto porque si bien las diferencias sexuales implican grandes consecuencias para la vivencia de la opresión y las relaciones sociales entre los sexos, creemos que para explicarse la sociedad tenemos que partir de la historia y el origen de nuestra opresión debe ser explicado.
Fue importante en la transformación social, el desarrollo de la agricultura, que permitió que se generara un excedente del cual se fueron adueñando paulatinamente un puñado de seres humanos en desmedro del resto de la humanidad. Si bien esto fue progresivo, ya que permitió que la humanidad pudiera avanzar y dar un salto, al dividirse y expandirse el trabajo, hoy en el capitalismo en decadencia podemos dar cuenta de que esta sociedad basada en clases, y en la opresión de las diferencias de sexo, raza, color, nacionalidad, etc., no puede ser progresiva, cuando millones mueren de hambre, son explotados por muy poco millones de trabajadores, y somos oprimidas doblemente las mujeres trabajadoras, sufriendo problemas como el aborto clandestino, la violencia sexual, las minorías sexuales son discriminadas, reprimidos pueblos como el mapuche, mientras los empresarios llenan sus bolsillos y se enriquecen a costa de nuestra explotación y opresión, se trata de una realidad que se hace cada vez más evidente.

Pero ¿Por qué la necesidad de insistir en este proceso específicamente histórico y económico para develar la cuestión de la opresión de la mujer y de género que es la que nos convoca?

A priori podríamos decir que se justifica por el hecho de que nuestro análisis se remite a las bases del marxismo (materialismo histórico), pero no es una cuestión de apriorismos ideológicos, sino de valernos de una herramienta científica con perspectivas emancipadoras y, dando cuenta que la historia no es un campo neutral, donde la perspectiva de los dominantes es la que prima sobre los oprimidos, los que debemos encontrar respuestas y una base para explicarnos nuestra opresión.

Volviendo a lo central ¿qué relación existe entre la producción económica de una sociedad y la condición de la mujer? El materialismo histórico plantea que el factor decisivo en la historia es la producción y reproducción de la vida inmediata, pero estos procesos son de dos clases: la producción de medios de existencia (productos alimenticios, ropa, viviendas y los instrumentos que para todo ello se necesitan) y la producción del ser humano mismo, la continuación de la especie; en consecuencia, para preservar la naciente sociedad de clases hace 5000 años atrás, quienes se adueñaron de la producción de los medios de existencia debían también tener el control absoluto sobre la producción del ser humano mismo… eso significaba y significa hoy en día, ejercer el control absoluto sobre nosotras las mujeres y nuestros cuerpos, continuadoras por excelencia de la especie humana. Esto se vio facilitado debido a que “se descubrió la relación que existía entre el coito y la reproducción, lo que permitió entender el papel que tenía el varón en la procreación. Así quedaron abolidos la filiación femenina y el derecho hereditario materno, sustituyéndolos la filiación masculina y el derecho hereditario paterno", dice Engels y agrega: ‘El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción.’” Esto que Engels describe, es la transformación de los roles sociales al producirse el cambio de una sociedad matriarcal y colectiva donde la mujer tenía un rol social importante como el hombre basado en la filiación femenina natural, donde ambos sexos basaban sus relaciones en la igualdad social, a una sociedad que fue transformándose, con avances y retrocesos, en una sociedad donde el rol social de la mujer fue subordinado por el hombre, dando paso a una filiación masculina social, pasando a depender de él en una relación monogámica, surgiendo así la opresión a la mujer. Esta sociedad patriarcal se configuró también como una sociedad basada en la propiedad privada, dando paso a las estratificaciones sociales y la proliferación de desigualdades, dando paso a las castas, luego a las clases, donde una clase en cada estadio social oprimió económicamente a otra, constituyéndose y transformándose combinadamente otros aspectos de las relaciones sociales en que se fundamentó la religión, la ley, que dieron estabilidad relativa a insituciones como la familia y el matrimonio.

Sobre esta base es que nuestra opresión adquiere distintas configuraciones que evidentemente superan los márgenes estrictamente económicos; pues los aspectos de las relaciones sociales se vieron transformados a nivel psicológico, cultural, con características desiguales y combinadas en cada cultura y sociedad. Pero ninguna de estas aparece, ni se manifiesta en abstracto, todas se sustentan en este origen material e histórico; hoy por hoy, si bien las configuraciones de esta opresión se han complejizado –por cierto, producto del desarrollo de la humanidad y la complejización de cada sociedad—no por eso se han desprendido de su base concreta para flotar en la nebulosa un machismo que se apoya sólo en la tradición y en las normas…pues bien ¿de dónde surgen estas normas y esta tradición si ya hemos señalado que no vivimos en un mundo neutral ni basado en la igualdad social? Para responder tenemos que analizar la relación de los aspectos históricos mencionados con las instituciones y las normas como la familia, el matrimonio, la monogamia y la opresión sexual y social.

La sagrada familia, bendición para la propiedad privada
Familia, famulus: conjunto de esclavos

A las y los marxistas feministas se nos acusa constantemente de estar en contra y de destruir la familia, cuando en realidad quienes la destruyen son los capitalistas, los que obligan a vivir a la mayoría de las familias trabajadoras con sueldos de hambre, tras la miseria y la soledad que conlleva trabajar turnos larguísimos, sin tener la posibilidad de satisfacer las necesidades fundamentales de amor y compañía entre otras, como una vida sexual plena. Más allá de acusaciones morales infundadas, lo que sí es cierto es que nuestro objetivo siempre ha sido despejar el camino de los mitos con los que la cultura opera, reflejo heterogéneo pero claro de estas condiciones sociales basadas en las instituciones más antiguas.

La familia, santificada, glorificada, fundamentada –para ellos—en el amor, nadie pareciera poder cuestionar su existencia y las condiciones en las que ésta se desarrolla. Se ha intentado silenciar el hecho de que, como todo asunto humano, ha sufrido transformaciones a lo largo de la historia de acuerdo, a lo que hemos definido, a las dos palancas del progreso humano: la producción y reproducción de la vida. A lo que nos referimos con esto es que la familia tal cual como la conocemos hoy no ha existido siempre de manera inmutable, esta conformación de padre a la cabeza , la madre y los hijos es la conformación que surgió desde que, junto con el surgimiento de la propiedad privada, se da el hecho que las mujeres fueron consideradas “una fuente de riqueza igual que los esclavos, la tierra o el ganado, porque eran las que permitían aumentar la cantidad de hijos de una familia, es decir, la cantidad de fuerza de trabajo disponible para aumentar aún más las riquezas de su propietario. Su papel independiente en la producción social, pasó a un segundo plano: lo que se requería primordialmente de ellas era su capacidad reproductiva. Y poseer el dominio sobre esta capacidad, garantizaba que la descendencia fuera "legítima", por eso –dicen los marxistas-, la monogamia en el matrimonio se estableció como una obligación para las mujeres.

Importante es señalar que la “legitimidad” permitía el traspaso de las riquezas por vía paterna sólo a los hijos nacidos dentro del matrimonio, la monogamia permitía que la mujer no pudiese procrear con otro hombre que no fuese su “dueño”, y de esta forma se perpetuaba el hecho de que el producto que antes era comunitario, permaneciera en manos de cada familia con un hombre a la cabeza, y de que la mujer estuviese subordinada al servicio de esta perpetuación.

Si este tipo de familia es el fruto de la sociedad de clases ¿qué hubo antes? Antes hubo una sociedad sin escisiones de clase (como lo planteamos en el primer boletín) en la que no solo el fruto del trabajo era comunitario, sino que, además, las mujeres gozábamos del más solemne respeto por ser la cabeza de este tipo de sociedad (más allá de que era difícil la existencia). Los hijos no eran aislados como sucede hoy, donde cada pareja e incluso cada madre debe velar sola por los hijos. La educación, alimentación y crianza de los hijos en esta sociedad colectivista anterior a la sociedad de clases, las responsabilidades eran conjuntas, ya que al desconocerse quienes eran los padres de dichos hijos, prevalecía la vía materna y su consiguiente derecho. Organizadas según generaciones (abuelos con abuelas, madres con padres, hijos con hijas) o según hermandades (tanto femeninas como masculinas) las familias eran amplias y existía la libertad de la reciprocidad sexual, es decir, todos sus miembros podían emparejarse libremente sin por ello faltar a la moral, las mujeres no estábamos obligadas a permanecer con un solo hombre, ni mucho menos se sustentaba la violencia y la opresión por esto.

No hay nada en nuestra naturaleza que nos subyugue, se trata de una opresión social

No es que hagamos apología de la prehistoria de la humanidad, la que, en concreto, fue una época muy difícil en términos de sobrevivencia debido a las adversidades naturales, pero constituye un referente que nos permite plantearnos que nuestra subordinación jamás ha estado determinada por factores biológicos, todo lo contrario, las mujeres hemos sido claves para la “elevación del género humano”, ya que fue nuestra labor sembrar la semilla de la gran revolución de la agricultura, las artes, la ciencia (en su esfera primitiva), donde la sociedad trabajaba en conjunto, en una sociedad comunitaria.

Actualmente la familia es el primer referente de las normas que nos indican qué es lo apropiado y qué no, desde la infancia a las niñas se las educa según patrones claros como el ser madres y esposas, tal es el objetivo de los juegos con muñecas, por ejemplo, y a los niños se les presiona diciéndoles que no deben llorar y que deben ser protectores y/o autoritarios con las mujeres, las que por el simple hecho de ser mujeres, representamos al sexo débil. Desde el primer momento en qué observamos a nuestros padres y madres comienza un camino de construcción social personal (sobre la base de conductas de género) nunca exento de contradicciones, las cuales se acentuarán si esa niña se convierte en una trabajadora o nació en situación de pobreza: la familia que conformará la remitirá (no por asunto la voluntad de sus integrantes, sino por presiones sociales y económicas) a ser el sostén de su manutención, las labores domésticas serán una labor inevitable, la maternidad deber sagrado y obligatorio a la vez que, probablemente, la pobreza la impulse a buscar trabajo para no morir de hambre…¿Es natural que las mujeres asumamos sin cuestionamientos labores domésticas? Las que en el fondo permiten que el capitalista se ahorre de pagarle a un trabajador o trabajadora los gastos de esta manutención cotidiana para que los trabajadores no tengan que recibir mayor salario. Se trata de un trabajo social gratuito que las trabajadoras cumplimos por no poder pagar a alguien que lo haga y se transforma en una doble carga junto al trabajo asalariado. ¿Es un crimen que muchas de nosotras no deseemos tener hijos ni ahora ni en el futuro, queriendo tener autonomía de nuestros cuerpos? Teniendo en cuenta que si bien la responsabilidad de cuidar y mantener vivo a ese pequeño ser humano recae sobre nosotras, nadie nos ayuda a criar y educar a este futuro adulto o adulta que también tendrá un rol social productivo que cumplir. La realidad que nos rodea y en la estamos insertos es que los sueldos no alcanzan y hay que trabajar, para las trabajadoras los sueldos son inferiores por el mismo trabajo, no hay guarderías para que la mujer pueda trabajar y criar sus hijos a la vez, nos despiden si estamos embarazadas, si abortamos somos condenadas y, sin embargo, nos encaran el deber de formar una familia o de ser madres…qué contradictorio ¿o no?

Monogamia y prostitución: las dos caras de una misma moneda

Si la sexualidad femenina constituye un blanco sobre el cual se le hace necesario al sistema capitalista ejercer un control, para hacerlo funcional a sus normas de producción, esto implicaría amputar dicha sexualidad de su capacidad de vivir placer y satisfacción en la vida de una mujer para predisponerla sólo a la necesidad masculina (o más bien dicha necesidad del patriarcado), esta necesidad transita desde la ya mencionada procreación, vía paterna hereditaria, hasta la satisfacción de su instinto sexual, necesidades tan abiertamente reconocidas que se han transformado en dos instituciones infaltables de las sociedades de clases donde una parece ser mas legal que la otra, pero convivimos con ambas: el matrimonio y la prostitución, respectivamente.

Una es santificada y la otra condenada y, a fin de cuentas ambas promueven el criterio de que la mujer constituye una propiedad del varón o un objeto de goce mediante el cual especulan mercaderes de todo tipo (casas de putas, trata de blancas, bares y cafés, etc). La prostitución, si bien se manifiesta como un enigma no resuelto de esta sociedad, porque existe de hecho pero se condenada moral y socialmente, la ley no es clara al respecto y circulan credenciales de sanidad que lo único que hacen es proteger a los hombres, mientras las mujeres se exponen, como también los travestis y otras minorías sexuales que la ejercen, no sólo a enfermedades, sino que a maltratos y hasta la muerte: un tipo de femicidio. Es considerada hasta cierto punto como ‘un mal necesario’, hoy por hoy se ha transformado en un mercado más, que ha sobrepasado los márgenes de la calle para instalarse en lugares más cómodos y accesibles, como en Internet, manteniendo intactas las tradiciones que subyugan a la mujer como un ser objeto de placer sexual, que se hace extensivo hoy a algunas minorías sexuales. La realidad actual es que muchas mujeres y hombres viven de esta situación de prostitución. Por otra parte en el matrimonio, una mujer puede ser violada, maltratada y asesinada, y al respecto el silencio que impera es muy similar al que impera cuando se viola o se golpea a una prostituta… similitud no muy casual que digamos.

¿Qué podemos prever al respecto? ¿Estas cadenas milenarias se han vuelto tan gruesas y pesadas que no las podremos romper?

En esta realidad cambiante, heterogénea pero que mantiene estas instituciones basadas en las relaciones sociales, en una sociedad basada en la violencia, donde impera la ley “natural” pero social de los más fuertes, es en donde miles de hombres y mujeres venden su fuerza de trabajo para poder subsitir a cambio de salarios de hambre. Esta sociedad basada en la familia y la prostitución, en el matrimonio y el maltrato, los golpes y el femicidio, que obliga a una vida llena de contradicciones y sufrimiento principalmente a las mujeres, se combina con las relaciones de clase, donde las oprimidas y oprimidos por raza, color, nacionalidad, sexo viven una opresión que se acentúa con las condiciones de clase, frente a esto creemos que el papel de las mujeres para luchar por sus derechos y demandas debe ser primordial, tomando nosotras estas tareas de transformar la sociedad y nuestra realidad en nuestras manos. Lo mismo deben hacer todos los oprimidos para luchar por sus derechos, pero para ello creemos que tenemos que comprender que nuestros roles sociales no son biológicos y que el capitalismo no es absoluto y eterno, y que por ello debemos partir de esta realidad para al comprenderla poder transformarla.

Asimismo creemos que es necesario reconocernos como mujeres, y plantearnos que para terminar con nuestra situación de inferioridad y opresión es necesario luchar junto a otros oprimidos sexualmente como las minorías sexuales: lesbianas, gays, transexuales, con los que compartimos la necesidad de terminar con la familia como la conocemos, con terminar con la opresión del patriarcado, y las reglas de género que se basan en un orden social donde el rol social sirve al capitalismo. Pero al mismo tiempo creemos que no podemos tener una perspectiva concreta para nuestra liberación, sino situamos nuestra opresión en los marcos de la realidad, es decir, en una sociedad capitalista que se sirve de nuestras opresiones, donde los verdaderos beneficiados de la opresión y de la explotación son la clase empresarial y los ricos, es decir, la burguesía. Y esta burguesía a la que tenemos que enfrentar, en conjunto, está compuesta por mujeres y hombres que no están exentos de las relaciones sociales de opresión sexual, pero que la viven en menor medida y que no estarán junto a nosotros por nuestra liberación, porque no cuestionarán al capitalismo y este orden social que los beneficia y los mantiene en el poder, por lo que planteamos luchar todos los oprimidos contra el capitalismo, junto a los trabajadores y trabajadoras.

Quisiéramos agregar, para finalizar, el fragmento de un texto que guarda relación con el video de la primera sesión, sobre la lucha de las mujeres trabajadoras que defendieron sus puestos de trabajo en la fábrica “Brukman” en Argentina, de ropa de vestir formal, que el 2001 fue abandonada por sus patrones, amenazando de despido a las trabajadoras por no querer pagar ellos la crisis. Las trabajadoras respondieron tomando su fábrica, y defendiendo sus puestos de trabajo con los que viven despertaron a la lucha luego de esta experiencia, dando trabajo a otras mujeres cesantes. Asimismo lucharon por el derecho a un aborto libre y gratuito junto a otras cientos de mujeres pobres y jóvenes que avanzan hoy a pepear por sus derechos y demandas. Así es como hoy, cuando la crisis capitalista amenaza, creemos que la crisis deben pagarla los capitalistas, que se enriquecen día a día del trabajo de miles de mujeres y hombres que viven de su salario, cuando los empresarios quieran descargar esta crisis como ya lo empiezan a hacer hoy, es que tenemos que tomar este ejemplo de lucha.

“Trotsky decía que "la crisis social, con su cortejo de calamidades, gravita con el mayor peso sobre las mujeres trabajadoras. Ellas están doblemente oprimidas: por la clase poseedora y por su propia familia." Pero agrega: "Toda crisis revolucionaria se caracteriza por el despertar de las mejores cualidades de la mujer de las clases trabajadoras: la pasión, el heroísmo, la devoción." Así lo mostraron las mujeres pobres de París, en 1789, cuando se movilizaron contra los precios del pan y dieron inicio a la gran Revolución Francesa. Así lo mostraron, también, las obreras textiles de San Petersburgo, en 1917, cuando se movilizaron reclamando "pan, paz y libertad" y dieron el puntapié inicial de la primera revolución proletaria triunfante, la Revolución Rusa. Pero también así lo mostraron, más recientemente, las obreras de Brukman y las mujeres de los movimientos de desocupados, enfrentando la crisis del 2001. (…) Las mujeres, durante la dictadura militar, fueron las que encabezaron las denuncias contra el terrorismo de Estado. Y también son mujeres las que siempre están adelante en las movilizaciones contra el gatillo fácil, convirtiendo su dolor en una lucha contra las fuerzas represivas, la corrupción y la impunidad.” (Marxismo y Familia, Andrea d´ Atri., andreadatri.blogspot.com).

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