En nuestro país, la discriminación es un hecho recurrente y muchas veces naturalizado que afecta tanto a las minorías sexuales, como también a etnias originarias, inmigrantes extranjeros, personas de escasos recursos, mujeres, etc. Estas formas de discriminación y/u opresión se amparan en la sociedad capitalista actual en la que nos desenvolvemos, en la que se vuelve tan común que quien posee poder o primacía sobre otro grupo pisotee a un inferior, lo que se enmarca dentro de de la explotaciópn de clases que marca los parámetros de la opresión de todas las otras diferencias. Esto se convierte en algo dolorosamente cotidiano, expresados en todas las instituciones y roles de la sociedad. Es por eso que una de las grandes luchas a la que debemos aspirar, es a combatir contra cualquier forma de opresión, discriminación y explotación.
Siguiendo esa posición, planteamos que la constitución de la Fedisech es un triunfo, no sólo en el sentido de visibilización y unión del movimiento LGTTBI, pues además podemos constatar que la Federación ya promulgó una declaración de principios, además de sus objetivos, entre los que se cuenta como un punto especialmente importante y significativo, la Ley contra la discriminación y la institución del Pacto de Unión Civil que regulan tanto la forma de vida de las personas con opción sexual distinta, como la convivencia entre parejas del mismo sexo, dando un piso de estabilidad jurídica y social, derecho democrático por el cual han venido luchando, prometido por el gobierno de la Concertación, primero y que, ahora en base al plan programado por la Fedisech, debería ser aprobado en el breve plazo.
Pero cabe preguntarse si es en realidad posible que la Concertación pueda asegurar hasta el final la no discriminación hacia las minorías sexuales. Por ejemplo, ¿evitará que trabajadores y trabajadoras sean despedidos por los patrones por el sólo hecho de ser homosexuales o ser portadores de VIH/Sida, amparándose en el pretexto de "necesidades de la empresa"? ¿Actuaría contra la impunidad patronal? No, porque desde dictadura, junto con la Derecha han mantenido y profundizado esta impunidad de la democracia para ricos.
Consideramos que las bases de este sistema patriarcal, neoliberal y capitalista se han fundado en la institución de la familia tradicional, enmarcada en la sociedad de clases. En la familia se perpetúan los roles sociales, de género, religiosos y morales; se instruye que la función básica de la pareja, por tanto núcleo familiar, es la reproducción de roles serviles al capitalismo, y en la familia de clase trabajadora y pobre, la reproducción de mano de obra barata servil a la explotación capitalista. Con respecto a la mujer, que ésta se subyugue a cumplir roles de lo que una mujer debe ser, es decir relegarse a ser una madre y esposa ejemplar lo quiera o no, y adoptando características correspondientes: maternal, sumisa y solícita a cumplir sus obligaciones. Por otro lado, al hombre se le insta a tomar un papel de jefe de hogar, de proveedor económico, debe tener un carácter fuerte poco asociado con lo sentimental, más bien con lo racional. Por supuesto que bajo estos márgenes, estos roles impuestos deben complementarse al extremo de que una relación en la que esto no suceda, no sea socialmente aceptada o no sirva para reproducir los roles sociales correctos
Resumiendo, cualquier relación homosexual, por atentar contra la familia, por ende atentará también contra las bases heteropatriarcales de esta sociedad neoliberal, donde opresión y explotación se conjugan para mantener este orden.
Una de los principales defensores de la institución de la familia y la sociedad heteropatriarcal es la Iglesia, además de ser en Chile históricamente una acérrima defensora del pacto social y maquilladora de las políticas del estado neoliberal y capitalista. Hipócritamente afirman aceptar a los homosexuales por ser hijos de Dios, mientras hace tan sólo unos días una profesora fue discriminada por el vicario para la Educación de San Bernardo, esgrimiendo que su orientación sexual lésbica no era compatible con el ejercicio de su profesión; mientras la Iglesia realiza campañas apelando a la Derecha para impedir que la ley anti-discriminación sea votada, posando de democráticos y anticipándose a que los trabajadores y oprimidos se organicen y luchen por sus demandas .
Como vemos, no podemos confiar en instituciones que defienden el orden patronal y que pretenden perpetuar el sistema de opresión, explotación y discriminación en el que vivimos las mayorías explotadas y todo tipo de minorías oprimidas día a día.