Mas de dos mil mujeres en el acto obrero de Zanon


Jueves 21 de agosto de 2008

“¡AQUÍ ESTÁN, ÉSTAS SON LAS OBRERAS SIN PATRÓN!”

Mas de dos mil mujeres en el acto obrero de Zanon



Después del primer día de los talleres del XXIIIº Encuentro Nacional de Mujeres, las compañeras de Pan y Rosas participamos del acto convocado por las trabajadoras de Zanon bajo gestión obrera. Más de dos mil compañeras que estaban participando del Encuentro, se acercaron a la fábrica que abrió sus puertas en una visita guiada y nos invitó a escuchar a las obreras que plantearon por qué no estaban ni con el gobierno ni con las entidades patronales del campo, hermanadas en un solo grito con las trabajadoras rurales de Werthein que estaban a un lado del escenario.

La emoción no pudo cerrar nuestras gargantas que gritaron sin descanso “Aquí están, éstas son, las obreras sin patrón” y hasta nos dimos lugar para saltar y bailar al ritmo del clásico cantito que sigue a los ceramistas a todas partes: “Viva la lucha de Zanon, que viva el control obrero, porque esta fábrica es del pueblo, en Zanon no pasarán”

En el acto, hablaron las Madres de Plaza de Mayo de Neuquén y el Alto Valle, que donaron un libro de la feminista socialista Flora Tristán para la biblioteca de Zanon, diciendo que ella luchaba por los derechos de las mujeres, pero lo hacía dirigiéndose a la clase trabajadora, hablándole también a los obreros. Luego saludaron distintas delegaciones de compañeras del Frente Popular Darío Santillán, del Plenario de Trabajadoras, mujeres que acompañan la lucha de los trabajadores del neumático de FATE y Pirelli y las compañeras de Pan y Rosas y el PTS que expresamos nuestro apoyo incondicional a las trabajadoras y trabajadores de Zanon en su lucha, reivindicando también al Sindicato Ceramista que mantuvo una posición independiente de la clase trabajadora en el reciente conflicto que el gobierno mantuvo con las entidades patronales agrarias.

Lamentablemente, los dirigentes del PCR – CCC, en una actitud mezquina, ordenaron la retirada de su delegación de forma imprevista, cuando una obrera de Zanon que antes había sido trabajadora rural, denunció las terribles condiciones de trabajo en el campo y expresó que nadie iba a imponerle el apoyo a esa patronal esclavista ni al gobierno de Cristina Kirchner; que las trabajadoras y trabajadores de Zanon defendían una posición independiente de la clase obrera frente a las distintas variantes patronales. Detrás del PCR, también salieron corriendo los pocos militantes de la corriente de Vilma Ripoll que participaron de este acto, esos mismos que no tuvieron ningún empacho en compartir actos y movilizaciones con los golpistas oligarcas de la Sociedad Rural. ¡Qué vergüenza!

Nos queda la emoción de haber dicho presente en este acto por la expropiación de Zanon y por los derechos de la mujer trabajadora. Como seguimos cantando en los micros, en el viaje de regreso… “Y si querés desalojar, le vamos a poner el cuerpo, porque Zanon es un ejemplo de trabajo y libertad”

Pan y Rosas Suplemento Especial XXIII Encuentro Nacional de Mujeres

Suplemento del Pan y Rosas:

Revisa las notas:



XXIII Encuentro Nacional de Mujeres


MIENTRAS SE PELEAN EL GOBIERNO Y EL CAMPO
¡Tomemos en nuestras manos la lucha por nuestros derechos!
NECESITAMOS QUE EL METODO SIRVA PARA FORTALECERNOS EN LA LUCHA POR NUESTROS DERECHOS
Encontrarnos, debatir, organizarnos, luchar...
Por María Chaves
LAS MUJERES Y LA REVOLUCION
Trascender el horizonte impuesto de “lo posible”


www.pyr.org.ar

Noticias del XXIII Encuentro Nacional de Mujeres (Argentina)


Domingo 17 de agosto de 2008 - 10:23 PM

Encuentro Nacional en Neuquén
El campo divide a las mujeres

Por diferencias internas no consensuaron un documento único. Voces a favor del Gobierno, del agro e independientes pujaron por imponer sus posiciones.

Más de 15 mil mujeres llegaron ayer a Neuquén capital. El gimnasio del Parque Central, donde se realizó el acto de apertura, quedó chico para tanta cantidad de visitantes.

Neuquén > La realidad política que dividió al país durante más de 120 días de lucha entre el campo y el Gobierno nacional no pasó desapercibida por el XXIII Encuentro Nacional de Mujeres que comenzó ayer en esta ciudad con la llegada de más de 15 mil mujeres.
El gimnasio del Parque Central fue el lugar pensado para realizar el acto de bienvenida, pero muchas quedaron afuera por falta de espacio.
La Comisión Organizadora del evento leyó durante la apertura un documento que no lograron conciliar entre todas las partes. Y eso generó malestar entre las mujeres que pudieron ingresar al gimnasio, hubo gritos, insultos y empujones para poder expresar las distintas posturas.
Las diferencias que se manifestaron fueron entre mujeres a favor del campo, otras del Gobierno y un tercer grupo de independientes.


“Vemos que la crisis política atravesó el Encuentro. Pero no se pudo conciliar, es la primera vez que hay dos documentos inaugurales”, expresó María Chaves de la agrupación Pan y Rosas.
Desde el Plenario de Trabajadoras explicaron que intentaron que esta vez haya más de una idea dentro del documento de bienvenida, pero según aseguraron que no se permitió.
Estela Cavezzali, integrante de la Comisión Organizadora entendió esta manifestación como un intento de fractura.
“Hay sectores que siempre intentan romper los Encuentros. Buscan el punto del conflicto, y este año es el campo”, dijo.
Igualmente el espíritu de esta coalición a favor de los derechos de las mujeres se desparramó por la ciudad. Pancartas, banderas y mujeres con remeras con inscripciones por la lucha de sus derechos se vieron multiplicadas.

Arribo
Los micros desde varias provincias llegaron desde temprano hasta el Gimnasio del Parque Central. Vinieron delegaciones desde Tucumán, Misiones, Entre Ríos, Rosario, Buenos Aires, Río Negro, Salta, Córdoba, Santiago del Estero, Chaco y otras tantas ciudades que coparon Neuquén.


“Es muy lindo venir a reafirmar nuestros derechos”, comentó Dora una de las 50 mujeres que vinieron desde el Consejo Municipal de las Mujeres de Morón.
En la entrada se cruzaron con otra comitiva que viajó 55 horas para llegar al Encuentro. Son las mujeres de Santiago del Estero que una vez más se hicieron presentes.
“Para nosotras es una gran experiencia, es una escuela, es tiempo dedicado a nosotras donde debatimos todos los temas. Desde la crisis del país hasta los problemas más específicos de las mujeres”, aseveró Nidia.
Una delegación de más de 600 mujeres pertenecientes a Pan y Rosas llegó al Encuentro con las pancartas y banderas bien arriba.
Las mujeres que pudieron entraron al acto de bienvenida y una gran cantidad se quedó afuera realizando otras alocuciones y actividades.
“Hubo un grupo de mujeres que no permitió que podamos escuchar lo que la comisión organizadora trabajó para decir durante mucho tiempo”, aseveró Ester, de Bahía Blanca.
Para Norma, de Bariloche, “la inauguración no fue como otros años que fueron más expresivas, en esta ni se escuchaba bien”.
“El objetivo de este Encuentro tiene que ser conformar una red social y política para defender los derechos de la mujer”, expresaron Paula y Silvina que integran la agrupación Las Diversas Lesbianas de Santa fe.
La provincia de Jujuy también estuvo presente en la jornada inaugural del Encuentro. Ana María Balanza de la Organización de Desocupados Independientes de Jujuy explicó que “la idea es realizar un intercambio de culturas y ahí debatir sobre la participación femenina.

El Parque Central fue una fiesta

Neuquén > Pasar ayer por las inmediaciones del gimnasio del Parque Central fue como caminar por el norte argentino. Es que una gran venta de pulóveres, artesanías, cerámicas, aros, pulseras y otros tantos objetos traídos desde Jujuy y Salta invadieron la jornada.
Pero no fue lo único que se podía comprar. También hubo puestos de revistas, libros, banderas, remeras alusivas al XXIII Encuentro Nacional de Mujeres y música.
No faltaron los churros, bolas de fraile, sandwiches, facturas y pochoclo para saciar un poco el hambre en la fría mañana.
Más tarde llegaron los choripanes, patys y panchos para las mujeres que se quedaron a comer ahí.
La espera fuera del gimnasio fue larga por lo que la compra se extendió. Todos estos feriantes irán siguiendo a las mujeres en cada uno de los eventos organizados.

Encuentro Nacional en Neuquén
Apoyaron la gestión obrera de la ex Zanón

Miles de mujeres recorrieron la fábrica. Las trabajadoras y las Madres de Plaza de Mayo encabezaron un acto.

«Por los golpes de la vida muchas mujeres tenemos que estar permanentemente en la calle. Y así vamos a seguir», dijo Inés Ragni.

Neuquén > Miles de participantes del Encuentro Nacional de Mujeres apoyaron ayer la lucha por la expropiación en manos de los obreros de FASINPAT en un encuentro en la fábrica.
Luego de finalizados los talleres en las escuelas programadas el centro capitalino se llenó de ómnibus y de mujeres que esperaban subirse en ellos para viajar hasta la planta de producción de cerámicos.
Las comitivas realizaron una recorrida por FASINPAT para terminar en una exposición de las obreras con el apoyo de todas las mujeres presentes.
«Es un orgullo para nosotras poder contar con todas ustedes en un momento tan difícil.

Recorrimos un camino duro para poder hoy producir los 400.000 metros cuadrados que estamos haciendo», aseveró Delia Echeverría, una de las 47 obreras de la ex Zanon quien le pidió a las presentes el apoyo para reclamarle al Gobierno neuquino que actúe.
Echeverría reafirmó: «Hemos demostrado con creces que esta fábrica es rentable».
El apoyo que recibió la gestión obrera de la fábrica de cerámicos neuquina fue de una gran porción de las mujeres del Encuentro.
«Aprendí que quiero caminar al lado de mis compañeros, ni adelante ni atrás», aseveró Echeverría entre los fuertes aplausos de las miles de mujeres que visitaron la fábrica.
Los cánticos en apoyo a las obreras inundaron la fábrica. «Acá están ellas son las obreras sin patrón», «Ya pasaron 7 años de trabajo y producción, no queremos más chamuyo, queremos expropiación», fueron algunos de los ejemplos.

Madres
Las Madres de Plaza de Mayo estuvieron presentes en el acto. Inés Ragni y Lolin Rigoni fueron las encargadas de la apertura que fue celebrada por todas las presentes.
«Por los golpes de la vida muchas mujeres tenemos que estar permanentemente en la calle. Y así vamos a seguir, no vamos a parar hasta que los metamos en la cárcel común a todos», aseveró Inés Ragni quien se refirió al juicio a los represores de la dictadura militar que comenzará en esta ciudad la próxima semana.
Lolin Rigoni felicitó a las obreras de FASINPAT y les regaló un libro de Flora Tristan.

En defensa de sus derechos

Sexualidad, feminismo, trabajo, política, salud, trata de personas, son algunos de los temas que se debaten en los talleres.

Neuquén > El objetivo central del XXIII Encuentro Nacional de Mujeres es debatir para elaborar estrategias que defiendan sus derechos.


Para eso el encuentro se divide en más de 55 talleres en los cuales las mujeres participan de manera activa. Los talleres, que continúan hoy a partir de las 9 hasta las 12 y de las 15 a las 18, se abrieron en varios establecimientos educativos de la ciudad.
Algunas de las opciones son Mujeres e Identidades, Mujeres y feminismos, Mujeres y sexualidad, Mujeres y Trabajo Sexual, Mujeres y Organización Barrial y Social, Mujeres trabajadoras rurales y campesinas.
Para Karina que llegó a Neuquén desde Buenos Aires y participó del taller de Mujer y Lesbianismo, no se llegó a realizar un debate sino que cada una expresó lo que pensaba.
«Estamos todas para luchar por los derechos de las mujeres y en vez de aprovecharlo para hacer algo productivo nos peleamos entre nosotras», expresó la joven.
Del taller de Mujeres y Sindicatos participó Katy, delegada de Pepsico en Buenos Aires.
«Lo primero que dejamos en claro fue nuestra posición sobre la inauguración. La verdad que nos pareció muy burocrática», dijo.


Hoy, a partir de las 18 las mujeres del Encuentro se reunirán en la plaza de las banderas para luego manifestarse por el centro de la ciudad. La marcha es una de las actividades que se realiza año a año.

Actividades

Hoy
9.00 a 12.00 Talleres.
15.00 a 18.00 Talleres.
18.00 Marcha. Concentración: Plaza de las Banderas
22.00 Peña. Lugar: Ruca Che

Charla con Sandra Rodriguez
12.30 a 14.30 en el CPEM 23 (Sarmiento y Lainez)
Encuentro para exigir Justicia por Carlos Fuentealba: cárcel a todos los responsables políticos y materiales de su asesinato.

Mañana
9.00 Plenaria de Cierre, lectura de conclusiones y elección de la próxima sede. Lugar: Ruca Che

El fallo del tribunal constitucional se hace realidad



El fallo del tribunal constitucional se hace realidad: las trabajadoras y pobres no podemos decidir cuando usar la pastilla del día después

17 de Agosto de 2008

Género y Clase - Clase contra clase



El tema de la pastilla del día después parecía olvidado y su discusión se ha mantenido casi en el anonimato. Sólo en la prensa podemos leer, que recientemente el gobierno ha adoptado el fallo del tribunal constitucional a través del ministerio de salud, es decir: que la píldora no puede repartirse libremente como una política pública.

Es así como el gobierno ha determinado impedir el libre reparto de la pastilla del día después a las mujeres que la requieran, entregándola en el sistema público de salud sólo a aquellas que han sido violadas. Esto no es más que la aplicación del autoritario y retrógrado fallo del tribunal constitucional, que ha terminado por hacerse realidad, dejando a la voluntad de los municipios la entrega de la pastilla.

Pero no todo es tan simple como para la ministra de salud Soledad Barría. En la prensa declaró que "puede ser solicitada en los municipios donde cada alcalde decidirá si la reparte o no la reparte" (La Nación, 31/07/08). Es decir, se deja al criterio de quien esté de alcalde, de su inclinación ideológica, para poder tener acceso a ella o no en las farmacias del municipio. Como si fuera poco ya el alto costo de la pastilla, que varía entre los $5000 y $9000. Todo queda en manos del alcalde, dada la autonomía de los municipios frente al gobierno central, pero a la ministra le parece ya lógico que sólo algunas mujeres puedan comprarla, porque sabemos que el fallo no ha beneficiado a nadie, pero si ha perjudicado sobretodo a las que menos dinero tienen para gastar en ella, las pobres y trabajadoras, que no tenemos más opción si no hay dinero para comprarla que la resignación al embarazo no deseado o al aborto clandestino con riesgo de morir o ir a la cárcel.

La ministra recalca también que "no existe ningún pie atrás, nosotros como Gobierno somos cuidadosos en cumplir la normativa. El Tribunal Constitucional nos ha indicado que no podemos hacer nosotros una política pública para repartir la píldora tal como estaba establecido y lo que hemos hecho es aplicar esto en nuestros establecimientos"(La Nación, 31/07/08). El pie atrás, creemos que es claro, pero nada nuevo en este gobierno de la concertación, que no toca un pelo de la constitución que establece normas tan rígidas para ser defendidas por la derecha en el fallo del tribunal constitucional, institución que además tiene todo el peso para retroceder así la política de salud, precaria por lo demás, del gobierno de la concertación. La salud pública ha sido privatizada todos estos años, profundizándose la obra de la dictadura de desmantelar los servicios básicos, lo que golpea más a los que usan el sistema de salud pública: las trabajadoras, trabajadores y el pueblo pobre.

Es en este escenario, al que se suma la poca disponibilidad de la píldora del día después en el país dado el bajo stock de ésta en muchas farmacias del país, en que algunos políticos de la concertación y la derecha han intentado dar soluciones parches, ya sea tomando decisiones como desde la asociación de municipalidades para dar acceso a la venta de la píldora o generar una licitación internacional si se acaba en el país, o presentando un nuevo proyecto de ley marco sobre salud y derechos sexuales y reproductivos que entró el pasado 1º de julio al parlamento. Una y otra política que no termina de dar solución final a la simple disposición de una píldora que ni siquiera es abortiva y menos pretende ser gratuita. Nada podemos esperar del parlamento donde está la derecha que arremete contra los pocos derechos y demandas conquistadas en lucha por las mujeres el siglo pasado, que niega el acceso a los métodos anticonceptivos básicos para las mujeres trabajadoras y pobres, cuando las ricas pueden pagar no sólo estos métodos y pastillas, sino que incluso abortos clandestinos en clínicas privadas cuando lo requieren. La concertación por su parte tampoco puede dar una solución si ni siquiera toca la constitución y apenas lleva adelante una política de salud tan precaria como una pastilla no gratuita a la que se tiene acceso difícilmente.

No basta con la pastilla del día después para terminar con el aborto clandestino, es necesario que las mujeres luchemos y nos apoyemos en los organismos de los estudiantes y la juventud que salimos a manifestarnos en la marcha contra el fallo del TC, como es indispensable una alianza con los organismos de los trabajadores y trabajadoras, para dar una respuesta al problema. Es innegable que en la clase trabajadora el tema es más sentido donde no hay recursos para mantener a un hijo con los salarios de hambre, y donde las mujeres, como las pobres están expuestas a la mayor precarización, teniendo como único recurso el peligroso aborto clandestino. Desde clase contra clase y las armas de la crítica creemos necesario luchar no sólo por tener acceso gratuito a todo método anticonceptivo, sino que además que sea libre su uso, de calidad, luchando además por el aborto legal y gratuito para que el acceso sea para todas las mujeres que lo requieran.

Pan y Rosas


Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo

Introducción [1]

“Mientras una parte del feminismo se pregunta, individual y cómodamente recostada en el diván ‘¿quién soy yo?’, y otra parte busca afanosamente la referencia necesaria para una nota a pie de página que acredite como fiable su trabajo (...), he aquí que el mundo revienta de pobreza: millones de criaturas, nacidas de mujer, se asoman a un modelo de sociedad que les reserva una cuna de espinas...” [2]
Victoria Sau Sánchez

Todavía hoy conmemoramos, cada 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer. Sin embargo, entre tantos avisos publicitarios de flores y bombones, sigue permaneciendo oculto -para la gran mayoría- el origen de esta conmemoración que se sitúa en una acción organizada por mujeres obreras del siglo XIX en reclamo de sus derechos: el 8 de marzo de 1857 las obreras de una fábrica textil de Nueva York se declararon en huelga contra las extenuantes jornadas de doce horas y los salarios miserables. Las manifestantes fueron atacadas por la policía. Medio siglo más tarde, en el mes de marzo de 1909, 140 jóvenes murieron calcinadas en la fábrica textil donde trabajaban encerradas en condiciones inhumanas. Pero en ese mismo año, otras 30.000 obreras textiles neoyorquinas se declararon en huelga y fueron reprimidas por la policía. A pesar de la represión, las obreras ganaron la adhesión del estudiantado, las sufragistas, los socialistas y otros sectores de la sociedad.

Pocos años más tarde, a principios de 1912, en la ciudad de Lawrence, Massachusetts (EE.UU.), estalló la huelga conocida como Pan y Rosas, protagonizada también por obreras textiles que sintetizaban, en esta consigna, sus demandas por aumento de salario y por mejores condiciones de vida [3]. En esta lucha, el comité de huelga instala guarderías y comedores comunitarios para los hijos de las obreras intentando facilitar la participación de las trabajadoras en el conflicto. La organización Industrial Workers of the World inaugura reuniones de niños y niñas en el sindicato para discutir por qué sus madres y sus padres se encuentran en huelga. Luego de varios días de conflicto, se envía a los envía a otras ciudades, donde los albergan familias solidarias con la lucha obrera. En un primer tren, salen 120 niños. En el momento en que se dispone la salida del segundo tren, la policía desata la represión contra los niños y las mujeres que los acompañan. Con este episodio, el conflicto llega a los diarios de todo el país y al parlamento, aumentando la solidaridad con las huelguistas.

Pero, ya en 1910, durante un Congreso Internacional de Mujeres Socialistas, la alemana Clara Zetkin [4] había propuesto que se estableciera el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, en homenaje a aquellas que llevaron adelante las primeras acciones organizadas de mujeres trabajadoras contra la explotación capitalista.

Siete años después que se instaurara el Día de la Mujer, cuando se conmemoraba en Rusia -febrero de 1917, para el calendario ortodoxo-, las obreras textiles de Petrogrado tomaron las calles reclamando “pan, paz y libertad”, marcando así el inicio de la más grande revolución del siglo XX que desembocara en la toma del poder por la clase obrera, en el mes de octubre del mismo año. Como vemos, el Día Internacional de la Mujer conjuga, entonces, la pertenencia de clase y de género que, más de un siglo después, sigue debatiéndose tanto entre las marxistas como en el movimiento feminista.

Opresión y explotación

Para las marxistas revolucionarias, la cuestión de la opresión de las mujeres se inscribe en la historia de la lucha de clases y, por eso, nuestra posición teórica es la misma que la de nuestra lucha: junto a los/as explotados/as y oprimidos/as por el sistema capitalista. Si lo hacemos desde la perspectiva del materialismo dialéctico e histórico es porque, como dijera John Holloway, “estábamos buscando una teoría del mundo que encajara con nuestra experiencia, con nuestra oposición a la sociedad existente. Estábamos buscando no tanto una teoría de la sociedad, sino una teoría contra la sociedad” [5]. Y creemos que el marxismo presta las herramientas para comprender este mundo, aspirando a su transformación.

Ya algunas especialistas en Estudios de la Mujer han señalado que “es absolutamente necesario encarar un análisis de clase en el tratamiento histórico del feminismo”, para luego agregar que “el feminismo burgués sería la exposición de la conciencia de su opresión por parte de la mujer burguesa que se planteará su igualdad con el hombre en los terrenos político, legal y económico, en el marco de la sociedad burguesa. El feminismo obrero, en cambio, se propondría la superación de la subordinación social en el marco de una sociedad sin clases, según la modalidad política a la cual se adhiera, sea socialista, anarquista o comunista” [6]. En el mismo sentido, marcando estas diferencias de clase en el análisis de la opresión de las mujeres, nos encontramos con otras autoras que señalan que “si todas las mujeres son oprimidas por el sistema patriarcal en vigor en la casi totalidad de las sociedades contemporáneas, no lo son por idénticas razones; además, hay oprimidas que oprimen, y conviene señalarlo” [7].

Desde una perspectiva marxista, consideramos a la explotación como aquella relación entre las clases que hace referencia a la apropiación del producto del trabajo excedente de las masas trabajadoras por parte de la clase poseedora de los medios de producción. Se trataría, en este caso, de una categoría que hunde sus raíces en los aspectos estructurales económicos. Mientras que a la opresión podríamos definirla como una relación de sometimiento de un grupo sobre otro por razones culturales, raciales o sexuales. Es decir, la categoría de opresión se refiere al uso de las desigualdades en función de poner en desventaja a un determinado grupo social. De ahí que sostengamos que si las mujeres integramos las diferentes clases sociales en pugna, por lo tanto, no constituimos una clase diferenciable, sino un grupo interclasista.

Y, asimismo, consideramos que explotación y opresión se combinan de diversas maneras. La pertenencia de clase de un sujeto delimitará los contornos de su opresión. Por ejemplo, aunque la imposibilidad legal de ejercer derecho sobre el propio cuerpo sea uniforme para muchas mujeres del mundo en el plano formal del corpus jurídico, no son equivalentes -en el plano de lo real- las prácticas ilegales posibles y sus previsibles consecuencias para quienes pueden acceder al clandestino aborto aséptico por posición económica, social y hasta nivel educativo, que para las que deben morir por hemorragias e infecciones, víctimas de un orden patriarcal con descarnado rostro capitalista. Es decir que, aunque puede señalarse que el conjunto de las mujeres padece discriminaciones legales, educacionales, culturales, políticas y económicas, lo cierto es que existen evidentes diferencias de clase entre ellas que moldearán en forma variable no sólo las vivencias subjetivas de la opresión, sino también y, fundamentalmente, las posibilidades objetivas de enfrentamiento y superación parcial o no de estas condiciones sociales de discriminación.

Oprimidas explotadas y oprimidas que oprimen

En los umbrales del siglo XXI, luchar por los derechos de las mujeres pareciera ser algo ya socialmente admisible y “políticamente correcto”, al punto que la mayoría de los gobiernos del mundo, en diferentes niveles institucionales, han incorporado la problemática de género en secretarías de estado, comisiones de trabajo, agendas y organismos multilaterales.

Es que hay hechos que son innegables. No podemos negar, por ejemplo, la realidad de un fenómeno conocido como "el techo de cristal” términos con los que se señala el hecho que las mujeres, tanto en los ámbitos académicos como laborales, no accedemos a cargos jerarquizados en la misma proporción que los varones, aún cumpliendo los mismos prerrequisitos de capacitación y desempeño.

También es sabido que, en la gran mayoría de los países de todos los continentes, las mujeres cobramos un salario equivalente al 60% ó 70% del que cobran los varones por el mismo trabajo. Y esta brecha, aumenta aún más a medida que aumenta la escala salarial; es decir, entre los cargos gerenciales y directivos, la discriminación contra las mujeres es mayor.

Como es posible advertir, la opresión de las mujeres se manifiesta, de diversos modos, en todas las clases sociales. Pero la mitad de la humanidad no se reparte equitativamente entre las distintas clases: las mujeres somos mayoría entre los explotados y pobres de este mundo y una ínfima minoría casi inexistente entre los poderosos dueños de las multinacionales que nos condenan a esa explotación y esa pobreza. Es un hecho categórico que, aún siendo las mujeres algo más que el 50% de la población mundial, constituimos el 70% de los 1300 millones de pobres del planeta y, por otro lado, sólo el 1% de la propiedad privada mundial está en manos de mujeres.

Es cierto que, mostrar las dobles, triples y múltiples cadenas que se ciernen sobre las mujeres trabajadoras -ya sean obreras, asalariadas, trabajadoras rurales o desocupadas-, no puede ser un argumento utilizado con el propósito de enmascarar la opresión que sufre la mitad de la humanidad, pertenezca a la clase que pertenezca. Por el contrario, si planteamos una perspectiva de clase es porque consideramos que la opresión de todas las mujeres obtiene la "legitimidad" que le otorga un sistema basado en la explotación de la enorme mayoría por una pequeña minoría de parásitos capitalistas; un sistema donde la perpetuación de las jerarquías y las desigualdades son parte fundamental de su funcionamiento.

Actualmente, la desigualdad jerarquizada entre mujeres y varones que hasta principios del siglo XX era justificada sin tapujos con apelaciones a un supuesto “orden natural”, aparece distorsionada tras algunos supuestos "triunfos del sexo débil". Pero este nuevo discurso acerca de la conjeturada liberación femenina ya alcanzada, hace referencia exclusivamente a algunas mujeres y a determinados aspectos parciales de sus vidas y derechos, ocultando que la cuestión de la opresión de género está entrelazada indisolublemente también a la cuestión de la explotación de clases. Y velando también que, en última instancia, el supuesto respeto por las diferencias y la igualdad conseguidos no son más que retórica en un sistema social que se sigue sosteniendo en una de las más abyectas jerarquizaciones dicotómicas: la que establece que millones de personas son condenadas a vender su fuerza de trabajo para que unos pocos sacien su sed de ganancias cada vez más exorbitantes.

Si no fuera porque la pertenencia de clase condiciona de diferentes modos la opresión de género, ¿cómo interpretar que mientras Ivanna Trump se convierte en una empresaria independiente en el mundo de los negocios o Hillary Clinton se sienta en el poderoso senado norteamericano, son 60 millones de niñas las que aún no tienen acceso a la educación?

El siglo XX vio mujeres presidentas, primeras ministras, miembros de gabinetes de gobierno, soldadas y oficiales, científicas, artistas y deportistas, empresarias y profesionales exitosas. Es también el siglo de la píldora anticonceptiva, la minifalda y los pantalones vaqueros, la moda unisex y los electrodomésticos. Pero no olvidemos que el siglo XX también fue testigo de los 50 millones de mujeres que mueren por año por abortos clandestinos, de millares de mujeres violadas y asesinadas por políticas de "limpieza étnica", de millones de mujeres desempleadas y viviendo en niveles que se encuentran por debajo de los índices de pobreza.

Se calcula que en el llamado “Tercer Mundo”, mueren unas 600.000 mujeres jóvenes por año, durante el embarazo y el parto. Por cada una de ellas, hay otras 30 que sufren infecciones, lesiones e incapacidades por las mismas causas. Es decir que, por lo menos, 18 millones de mujeres jóvenes por año sufren daños durante el embarazo y el parto, que llevan a algunas a la muerte.

Entonces, cuando una mujer de treinta años de edad, en “igualdad” con los varones, puede “ejercer su derecho" a ser oficial de las fuerzas conjuntas de la OTAN que bombardean los países semicoloniales, o morir, a la misma edad, en una aldea africana a causa del SIDA es paradójico e incluso cínico hablar del avance y progreso de la mujer. ¿No deberíamos hablar de distintas mujeres? ¿Son acaso iguales las vidas de las mujeres empresarias, las obreras, las mujeres de los países imperialistas y las de las semicolonias, las de las mujeres blancas y las mujeres negras, las inmigrantes o las refugiadas? Suponer que, sólo por ser mujeres, hay algo que vincula a Margareth Thatcher con las desocupadas inglesas, las empleadas del servicio doméstico de Argentina, las obreras de las maquilas mexicanas o las trabajadoras de los chaebols del sudeste asiático es, en última instancia, caer en el reduccionismo biologicista de la ideología patriarcal dominante que las mismas feministas han criticado seriamente. Hablar de género así, por lo tanto, es hacer uso de una categoría abstracta, vaciada de sentido e impotente para la transformación que queremos llevar adelante.

Capitalismo y patriarcado: un matrimonio bien avenido

Muchas feministas hoy se plantean estas cuestiones. Hay quienes señalan, incluso, que un feminismo de clase tendría que jerarquizar y valorar de diferente manera los problemas a los que se enfrentan las mujeres. De ese modo, dicen, por encima de la condena al sistema patriarcal, debería estar la condena al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional, causantes de una creciente pobreza y de la reducción de los servicios públicos. Agregando que la mejor ayuda que pueden ofrecer las feministas a las mujeres del Tercer Mundo es condenar, desde una posición abiertamente antiimperialista, todas las intervenciones “humanitarias” que no sirven más que a los intereses de las grandes potencias [8].

Sin embargo, aunque hay planteos como éste que intentan aproximar las cuestiones del género y la clase y sus intersecciones para repensar el feminismo, son pocas las mujeres que intentan desarrollar este pensamiento a la luz del marxismo. Porque hoy, cuando hasta definirse postmoderno ya está fuera de moda, seguir sosteniendo los principios del marxismo parece algo más que arcaico.

Sin embargo, renegando de las modas a las que adscriben las intelectuales progresistas para condenar con diferentes palabras y categorías lo mismo que es condenado por los reaccionarios -la revolución obrera que pueda barrer con el dominio capitalista- seguimos sosteniendo que, si bien no surge con el capitalismo, la opresión de las mujeres adquiere, bajo este modo de producción, rasgos particulares convirtiendo al patriarcado en un aliado indispensable para la explotación y el mantenimiento del statu quo.

El capitalismo, basado en la explotación y la opresión de millones de individuos a lo largo y ancho del planeta, conquistando para la ampliación de sus mercados no sólo a pueblos enteros, sino también tierras vírgenes y parajes inhóspitos, ha introducido en su maquinaria de explotación a las mujeres, los niños y las niñas. Y aunque ha empujado a millones de mujeres al mercado laboral destruyendo los mitos oscurantistas que la condenaban exclusivamente a permanecer en el ámbito privado del hogar, lo ha hecho para explotarlas doblemente, con salarios menores a los de los varones, para que, de ese modo, pudiera bajar también el salario de los otros trabajadores.

El capitalismo, con el desarrollo de la tecnología, ha hecho posible la industrialización y, por tanto, la socialización de las tareas domésticas. Sin embargo, si esto no sucede es, precisamente, porque en el trabajo doméstico no remunerado descansa una parte de las ganancias del capitalista que, así, queda eximido de pagarle a los trabajadores y a las trabajadoras por las tareas que corresponden a su propia reproducción como fuerza de trabajo (alimentos, ropa, etc). Alentar y sostener la cultura patriarcal según la cual los quehaceres domésticos son tareas “naturales” de las mujeres, permite que ese “robo” de los capitalistas quede invisibilizado y también se transforme en invisible el trabajo doméstico que recae fundamentalmente en las mujeres y las niñas.

Y aunque nunca antes como en el capitalismo se crearon las condiciones científicas, médicas, sanitarias que nos permitirían a las mujeres disponer de nuestros propios cuerpos, este derecho aún no nos pertenece. El desarrollo de los métodos anticonceptivos como las píldoras, los dispositivos intrauterinos, las ligaduras de trompas e incluso la posibilidad del aborto aséptico y sin complicaciones para la salud son hechos ineludibles. Si las mujeres no podemos disponer de nuestro propio cuerpo, decidir no tener hijos o cuándo y cuántos hijos tener es porque la Iglesia, en complicidad con el Estado capitalista, sigue imponiéndose sobre nuestras vidas. Además de convertirse en un negocio muy rentable para un sector de profesionales, laboratorios, mafias policiales, etc, la posibilidad de separar el placer de la reproducción conlleva a una libertad que es peligrosa para los intereses de la clase dominante. Cuestionar la maternidad como único y privilegiado camino para la autorrealización de las mujeres, cuestionar que la sexualidad tenga como único fin la reproducción y cuestionar, asimismo, que la sexualidad sea entendida sólo como coito heterosexual pone en riesgo las normas con las que el sistema regula nuestros cuerpos. Los cuerpos que el sistema de explotación sólo concibe como fuerza de trabajo, como cuerpos sometidos a los estereotipos de belleza, como cuerpos escindidos y alienados transformados en una mercancía más en el mundo de las mercancías.

Género y clase en las luchas de las mujeres

Pero con el surgimiento y desarrollo del capitalismo, no sólo aumentó la explotación y la opresión de las mujeres, sino que también se sucedieron cambios profundos en la resistencia y la lucha de las mujeres contra estas cadenas. A fines del siglo XVIII, con las revoluciones burguesas, surge el feminismo como movimiento social y corriente teórica, ideológica y política. Y este movimiento recorre los siglos XIX y XX, adquiriendo distintas formas y llegando hasta nuestros días convertido en diferentes corrientes teóricas, en prácticas diversas y múltiples experiencias de organización.

Casi desde los inicios, con el desarrollo del capitalismo y la aparición de una poderosa clase obrera antagónica a la burguesía dominante, en el feminismo y contra él se instala el debate acerca de esta contradicción que encierra el sistema capitalista para las mujeres y que centra nuestro interés -el que fuera señalado por la marxista Evelyn Reed en los siguientes términos: “¿Sexo contra sexo o clase contra clase?” [9].

Las marxistas revolucionarias seguimos sosteniendo que la lucha de clases es el motor de la historia y es la clase obrera, acaudillando a las masas pobres y al conjunto de los sectores oprimidos, el sujeto central de la revolución social que nos liberará de la esclavitud asalariada y todo tipo de opresión, atacando al capitalismo en su corazón, paralizando sus mecanismos de exacción y expoliación y destruyendo su maquinaria de guerra contra las clases subalternas. Hoy, esa clase cuenta con millones de mujeres en sus filas. El capital produce ésta y otras tantas contradicciones. La burguesía crea y recrea permanentemente a su propio sepulturero. Es nuestra convicción que las mujeres de la clase obrera tomarán parte fundamental en esas batallas futuras por el derrocamiento total de la clase explotadora.

Hace poco tiempo nomás, en nuestro país, las mujeres fuimos protagonistas de los cortes de ruta de los movimientos de desocupados, de las tomas de fábricas que producen bajo control obrero, de las asambleas barriales que cuestionaron el poder establecido, de las innumerables luchas y movilizaciones que cruzaron nuestro territorio. Las mujeres siguen en pie de lucha por sus derechos en todo el mundo. Hay mujeres a la cabeza de todos los movimientos sociales que eclosionaron en América Latina en la última década. Son cientos de jóvenes mujeres las que enfrentaron al imperialismo en los mítines antiglobalización y en las marchas mundiales contra la guerra de Irak. A pocos días de entrar en imprenta este trabajo, más de medio millón de mujeres marcharon en Washington en defensa del derecho al aborto, en peligro frente a la reaccionaria política de Bush. Todavía hay sectores del movimiento feminista que se resisten a ser integrados al sistema, institucionalizados y “oenegizados”, pactando menor radicalización por pequeñas cuotas de poder [10].

De estas historias de innumerables luchas de mujeres feministas, obreras, campesinas y militantes revolucionarias queremos aprender las mujeres de hoy para emprender las tareas que tenemos planteadas. Teniendo como eje de nuestro trabajo esta intersección entre género y clase, presentamos entonces el rol de las mujeres y del feminismo en los distintos acontecimientos y períodos fundamentales en que puede dividirse la historia de los siglos XIX y XX.

Muchos temas de interés fueron dejados de lado, otros merecerían una extensión y profundización mayor. No soy historiadora ni escritora profesional. Me guía el anhelo de colaborar, con este pequeño grano de arena, a la lucha de las mujeres por su emancipación. Mis expectativas estarán más que satisfechas si después de leer este trabajo, las autoras verdaderamente fundamentales del marxismo y el feminismo son releídas y sus elaboraciones son repensadas bajo el signo de estos tiempos, con el objetivo de combatir contra la opresión. Esencialmente, mi deseo es prestar una modesta colaboración a todas aquellas mujeres que emprenden la enorme y gratificante tarea revolucionaria de “cargar sobre sus espaldas una partícula del destino de la humanidad”.

Andrea D’Atri

Buenos Aires, febrero de 2004


[1] La presente introducción es una reelaboración del artículo "Oprimidas y explotadas: las mujeres de la clase obrera", publicado en Lucha de clases Año I, Nº 1, Bs. As., 1997, y asimismo, de diversas intervenciones en foros y debates organizados por el Partido de Trabajadores por el Socialismo (PTS) y el Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones (CEIP) León Trotsky, de Bs. As. También surge de la experiencia realizada con el seminario sobre Género y Clase de la Escuela Superior de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata, dictado entre los meses de junio y setiembre del 2001, como de otras charlas dictadas en la Universidad de Cuyo (Mendoza) y la Universidad de Córdoba, sobre los mismos temas.

[2] Sau Sánchez, Victoria: “¿Adónde va el feminismo?”; en Reflexiones feministas para principios de siglo, Madrid, Ed. Horas y horas, 2000

[3] Puede leerse el poema Pan y Rosas, canción popular del movimiento obrero norteamericano, entre los documentos anexos al final de este trabajo.

[4] Clara Zetkin (1857-1933), dirigente del Partido Socialdemócrata Alemán, organizadora de su sección femenina. Fundó el periódico La Igualdad y combatió contra la dirección de su partido cuando ésta se alineó con la burguesía nacional votando los créditos de guerra en el Parlamento, en la Primera Guerra Mundial.

[5] Holloway, John: “La pertinencia del marxismo hoy”, en El pensamiento sobre la crisis de D. Kanoussi (compilador); México, U.A.P., 1994.

[6] Nash, Mary: “Nuevas dimensiones en la historia de la mujer” en Presencia y protagonismo: aspectos de la historia de la mujer de M. Nash (comp.); Barcelona, Ed. del Serbal, 1984.

[7] Michel, Andrée: El feminismo; México, F:C.E., 1983.

[8] Stürtze, Alizia: “Feminismo de clase”,

[9] Evelyn Reed (1905-1979), militante del Socialist Workers Party de los Estados Unidos por más de cuarenta años. Evelyn conoce a los militantes del SWP a fines de los años ‘30 y se instala, en 1939, en México, donde frecuenta el entorno del revolucionario ruso León Trotsky que se encontraba exiliado en ese país. Será miembro del Comité Central del SWP desde 1959 hasta 1975, y participará activamente en la prensa de esa organización trotskista norteamericana, el semanario The Militant y la revista teórica International Socialist Review. Pero la contribución más consistente de Evelyn Reed fue, sin duda, el conjunto de sus escritos sobre la liberación de la mujer, en las que aplica el método del materialismo histórico al análisis del origen de la opresión de las mujeres en la sociedad de clases, mostrando la indispensable articulación entre el combate por los derechos de las mujeres y por derrocar al capitalismo. Entre sus conferencias, publicadas en español, encontramos “¿Sexo contra sexo o clase contra clase?”, “Cómo perdió la mujer su autonomía y cómo podrá reconquistarla”, “La mujer y la familia: una visión histórica”.

[10] Fontenla y Bellotti: “Feminismo y neoliberalismo”, ponencia presentada a la 15º Jornada sobre Feminismo y Neoliberalismo por las integrantes de ATEM; Bs.As., 1997.

Marvel Farell y Clara Dunne

Luchadoras. Historias de mujeres que hicieron historia

Marvel Farell y Clara Dunne

Por Celeste Murillo


“Nadie nace bolchevique. Se debe aprender. Y eso es un largo tiempo, por una combinación de militancia, lucha, sacrificios personales, pruebas, estudio y discusión. Hacer un bolchevique es un largo y penoso proceso. Pero en compensación, cuando se obtiene un bolchevique se ha conseguido algo. Cuando se obtiene la suficiente cantidad de ellos se puede hacer lo que uno quiera, incluso la revolución.”[1] James P. Cannon

La huelga de 1934 de los camioneros de Minneapolis, conocida también como la “Rebelión de los Teamsters”, ha dejado marcas profundas en la historia de las luchas obreras norteamericanas, no sólo por su combatividad sino también por los rasgos distintivos de su preparación y dirección política: un pequeño grupo de revolucionarios que cambió la organización sindical, apostando a la autoorganización de los trabajadores.

Cuando comenzaba la década de 1930, el Partido Comunista había expulsado a un grupo de dirigentes y militantes acusándolos de “trotskistas”[2], por difundir las ideas de León Trotsky al interior del partido. Junto a Cannon, Schatman y Abern[3] se reunió un puñado de obreros con gran experiencia sindical, entre ellos los hermanos Ray y Vincent Dunne, que intentaron influenciar a sectores del PC, con su periódico The Militant.

Para 1933, estos miembros de la joven Liga Comunista de América (Cuarta Internacional) habían decidido concentrar sus esfuerzos en la construcción de un nuevo partido revolucionario. En Minneapolis, según cuenta Farrell Dobbs en su libro Teamster Rebellion, el grupo de la Liga no tenía más de cuarenta militantes, varios de los cuales contaban con experiencia sindical, “una situación favorable para orientarse al trabajo de masas como piedra angular de la construcción del partido”[4].

Las condiciones laborales y las penurias económicas causadas por la gran crisis que abrió el crack de la Bolsa en 1929 hacían de Minneapolis un escenario perfecto para la política que impulsarían los trotskistas, interviniendo en el sindicato de los camioneros para extender una campaña de sindicalización a todos los trabajadores de la ciudad.

Los preparativos de la huelga

Los primeros intentos de organizar la huelga se dieron en contra de la dirección del sindicato de camioneros, personificada en Tobin, un burócrata sindical que debía autorizar cada una de las huelgas y no se caracterizaba por su combatividad. Luego de varias acciones a pequeña escala, donde los trotskistas ponen a prueba su campaña de sindicalización y sus métodos, con acciones relámpago y movilizaciones, se ganan la confianza de los trabajadores.

En 1934, el local del sindicato, número 574 de Minneapolis decide salir a la huelga, sin autorización de la dirigencia burocrática, exigiendo la mejora de las condiciones laborales, un aumento de salarios y el reconocimiento del derecho a organizarse.

El libro Teamsters Rebellion, basado en gran parte en el diario personal que Marvel Scholl -compañera de Farell Dobbs, uno de los dirigentes de la huelga y militante del SWP- llevó durante la huelga, presta especial atención a las acciones de apoyo del comité auxiliar de mujeres, organizado por Marvel y Clara Dunne -esposa de Grant Dunne, también militante trotskista de la Liga Comunista.

Se lanza el comité de apoyo: las mujeres salen a la calle

Para sorpresa de muchas feministas que siguieron el rastro de la participación de las mujeres obreras en estas huelgas, quien propuso la constitución de este comité auxiliar de mujeres fue un militante de la Liga Comunista y no una compañera. Es que era parte del programa de los trotskistas incorporar a las mujeres, ya que señalaban la necesidad de organizar a los sectores más explotados y oprimidos de la propia clase. “[Fue] Carl Skoglund, quien propuso al comité organizador la formación de un comité auxiliar de mujeres. El objetivo era involucrar a las esposas, novias, hermanas y madres de los miembros del sindicato. En vez de dejar que las dificultades económicas que enfrentarían en la huelga les corroyera la moral, señaló Skoglund, debían ser integradas a la batalla, donde podrían aprender sindicalismo por su propia participación directa”[5]. Carl Skoglund era un viejo militante sindical, proveniente de las filas de la IWW, organización obrera combativa de principios del siglo XX, que fue una de las primeras en alentar la participación de las mujeres.[6]

Sin embargo la idea inicial quedó superada, no sólo por la actividad de las propias mujeres, sino también por las iniciativas de Marvel y Clara, que intentaban hacer algo más allá de la tradicional tarea de limpiar cacerolas y preparar los vendajes para los heridos por la represión. “La fundación del proyecto auxiliar la emprendieron Marvel Scholl, quien estaba casada conmigo, y Clara Dunne, esposa de Grant (Dunne). Comenzaron a hablar en reuniones de las distintas secciones del sindicato donde se estaban elaborando reivindicaciones a ser presentadas a los patrones. Al comienzo las recibieron con aire de tolerancia cortés. Luego algunos de los hombres comenzaron a hacer preguntas sobre el proyecto queriendo saber qué podrían hacer las mujeres durante la huelga. Clara y Marvel explicaron que las tareas de organizar un comisariato sindical, atender teléfonos y ayudar en una estación de primero auxilios eran sólo algunas de las muchas cosas que las mujeres podían hacer durante la huelga.”[7]

Marvel y Clara tenían que enfrentarse al conservadurismo de las mujeres, que se negaban a permitir que sus esposos arriesgaran en la huelga el sustento del hogar y al disgusto de los mismos obreros que veían la participación de sus esposas en los preparativos de la huelga como una “noche libre” para ellas, lejos de sus hogares. Fue un paso importante lograr convencer a los obreros de la presencia de las mujeres en las asambleas y reuniones, que en general no participaban de las organizaciones sindicales en esta época. La sola existencia de esa posibilidad de intercambiar opiniones, discutir sus ideas, daban a las mujeres una renovada fuerza y estrechaba los lazos con su compañeros de clase.

Una negativa patronal insolente, una huelga histórica: se enciende la chispa

El 5 de mayo de 1934 a la noche se celebra una asamblea general en el Salón Eagles: “El comité negociador informó sobre la negativa insolente de los patrones a negociar con el sindicato(...) cuando se presentó una moción para salir a la huelga, los miembros dieron su aprobación unánime con un voto de pie, no exactamente apegados a lo prescripto por Tobin”[8]. La presencia masiva, hombres, mujeres del comité auxiliar y en general reinó un estado de combatividad y confianza.

El amanecer del 6 de mayo puso de manifiesto que ésta no sería una huelga como otras: la planificación, que llevó más de un mes, daba sus frutos. No sólo entre los trabajadores del gremio de camioneros, sino entre los demás trabajadores y trabajadoras de la ciudad se sentía una gran convicción de que la unidad de clase fortalecería la lucha del local 574 de los teamsters. “El cuartel general de la huelga ubicado al 1900 de la Avenida Chicago ya era un colmenar de actividad. Carpinteros y plomeros sindicalizados instalaban en el comisariato estufas de gas, lavaderos y mostradores. El Sindicato de Cocineros y Meseros envió expertos en preparar y servir alimentos de forma masiva, a fin de ayudar a organizar las cosas y entrenar a los voluntarios. Trabajando en dos turnos de doce horas, más de mil voluntarios servían a entre cuatro mil y cinco mil personas cada día.”[9]

Una vez que se encendió la chispa, se multiplicaron las acciones de las mujeres, que muchas veces ocupaban lugares estratégicos para los huelguistas, lugares a los que los varones no podían llegar. Por ejemplo, son conocidas las documentaciones de la patronal a las que accedieron los trabajadores del local 574, gracias a secretarias anónimas de los gerentes. “Las secretarias de los patrones y los políticos actuaban como espías del sindicato, duplicando en secreto cartas y memos que generalmente permitían al local 574 adelantarse a los empleadores.”[10]

Los diarios de Minneapolis no eran más que instrumentos políticos de la patronal y la Alianza Ciudadana[11], “no se publicaba ni una sola noticia a favor de los huelguistas. Para intentar solucionar este problema, las mujeres organizaron una manifestación masiva. Marchamos desde el Auditorio en la calle Grant hasta la avenida Nicollet. La marcha era encabezada por cuatro mujeres que llevaban nuestra bandera, seguida por cerca de quinientas mujeres, muchas de ellas simpatizantes, rompimos todas las leyes de tránsito de Minneapolis. Se reunieron multitudes en las veredas y siguieron la procesión hasta los tribunales” [12]. Más tarde, desde el local 574 también se comenzará a publicar un periódico propio de los huelguistas.

La huelga era fortísima: se sumaron los taxistas y varios sectores de los granjeros se solidarizaron activamente, frenando entregas y negándose a trabajar con empresas de transporte que contrataran rompehuelgas. La unidad forjada alrededor del local 574 era un escudo de hierro que no hacía más que fortalecer la lucha de los trabajadores, su organización y su programa. Una perspectiva de clase se asomaba en la solidaridad expresada en cada intercambio de mercaderías, en cada voluntario que se acercaba al cuartel general de la huelga, robando horas al descanso, sumándose a las movilizaciones. La ciudad estaba en pie de guerra. Y para esa guerra se prepararon los patrones, su gobierno y sus fuerzas represivas, incluidas las bandas paramilitares como la Alianza Ciudadana.

El diario de Marvel: de los primeros enfrentamientos a la Batalla del Mercado del viernes sangriento

Ya avanzada la huelga, la participación de las mujeres superó cualquier cálculo: las mujeres no sólo habían instalado exitosamente una enorme logística, que incluyó hasta una clínica con médicos y enfermeras profesionales que trabajaban voluntariamente -ya que los huelguistas heridos eran apresados en los hospitales-, sino que también jugaban un rol activo en la politización de la población de la ciudad, ganando el apoyo de otros trabajadores y trabajadoras, haciendo mítines, repartiendo panfletos, entrevistándose con las autoridades. En general eran quienes, primero de forma espontánea, luego de manera organizada, lograban la liberación de los presos, manifestándose en las comisarías y presionando a las autoridades.[13]

Los intentos de los patrones por frenar la huelga se tornaban cada vez más violentos: se organizaban emboscadas a los trabajadores, se daban falsas voces de alarma, se intentaba por varios medios golpear la moral de los trabajadores usando rompehuelgas. El jueves 19 de julio la policía comenzaba a montar una gran provocación contra los huelguistas. Decía el Minneapolis Tribune: “Vamos a empezar a trasladar mercancías. No se dejen apalear. Ustedes tienen escopetas y saben cómo usarlas. Cuando acabemos con esta escolta, habrá otras mercancías que trasladar”[14]. El sindicato evitó el enfrentamiento porque sospechaba que se trataba de una trampa y no respondió a la circulación ilegal de camiones, que según el gobierno atendían las necesidades de los hospitales. En realidad el sindicato extendía los permisos necesarios para hacer llegar mercaderías a hospitales y cualquier tipo de emergencia. La provocación para golpear la moral obrera no bastaba. La única arma para contrarrestar los golpes de la prensa patronal era la edición diaria de The Organizer (El Organizador), que se repartía y leía ampliamente entre los trabajadores de la ciudad. “The Organizer puede llegar con la verdad a los trabajadores de Minneapolis. ‘¡Las líneas de piquete están intactas! ¡La lucha continúa!’ Esto de veras irritó a los patrones.”[15]

La dirección del local 574 avistaba un golpe para el viernes en el mercado, porque era el área donde se encontraban las mercaderías que debían ser transportadas de no ser por la huelga. Los huelguistas habían recibido telegramas advirtiéndoles que en tres días serían reemplazados en sus puestos de trabajo. La policía custodiaba las calles aledañas y el sindicato apostó sus propias patrullas desde la madrugada. Los patrones intentarían hacer una entrega en un gran negocio de ventas mayoristas. Al enterarse, el sindicato envió refuerzos, aún cuando comprendían que sería difícil enfrentar a policías armados. “Sabíamos que no podíamos enfrentar las escopetas antidisturbios y estábamos empeñados en llevar a cabo una protesta masiva y pacífica contra la maniobra rompehuelgas que se anticipaba.”[16]

La policía comenzó a disparar a mansalva contra el camión del sindicato que transportaba a los huelguistas que iban al piquete. Dos huelguistas quedaron tendidos en la calle, el resto intentaba resistir; los policías disparaban sin mirar, al punto que varios de ellos resultaron heridos por sus propios “compañeros” y superiores. Muchos de los heridos recibieron disparos cuando socorrían a sus compañeros y compañeras, todos tenían heridas de bala en la espalda. La mayoría de los heridos fueron atendidos en el cuartel general montado por los obreros y las mujeres, sólo tres heridos graves fueron trasladados a hospitales. El accionar de la policía fue tan brutal que más tarde fue investigada por la justicia, la misma que detuvo a cientos de huelguistas y se vio obligada a dejarlos libres por falta de pruebas. La policía tuvo que deshacerse de los jefes del operativo. El sindicato reunió más de cien mil firmas para reclamar la renuncia del jefe de policía.

Las mujeres fueron, como otras veces, parte activa de los enfrentamientos con la policía y la fuerza paramilitar de la Alianza Ciudadana. “Cuando la policía trató de abrir el mercado de la ciudad, donde la producciones de las granjas era traída, comenzó una gran batalla. Los piquetes mantenían casi todos los camiones fuera del mercado, y el intendente respondió triplicando la fuerza policial. Se realizaron doscientos arrestos, y un grupo de mujeres fue golpeado hasta quedar inconscientes por un grupo de matones contratados.”[17]

Durante la histórica Batalla del Mercado, setecientas mujeres del comité auxiliar, lideradas por Marvel Scholl y Clara Dunne, marcharon a la alcaldía para exigir al gobierno el fin de los ataques a los trabajadores y la renuncia del jefe de la policía. Marvel Scholl describió el arribo de los heridos y los huelguistas que salieron del campo de batalla, de esta manera, en su diario: “El Viernes Sangriento, como lo conocemos quienes vivimos aquel día terrible en que la muerte rondó en el cuartel de la huelga, empezó como un día lóbrego, nublado. El aire mismo parecía como cargado de presentimientos. Al amanecer empezó el tren normal de actividades para el grupo auxiliar. Se abrió la cocina de la forma usual. Hubo la cantidad normal de labores de asistencia, se cerró la edición del Organizer...Cuando se abrieron las puertas del comisariato para la comida de mediodía y sólo aparecieron unos cuantos hombres, nos empezamos a preocupar. La señora Carle, que encabezaba el comité del comisariato, se expresó al respecto, diciendo, ‘Debe estar sucediendo algo inusual, señora Dobbs. Kelly no me ha enviado esta mañana ni un solo auto especial de piquetes móviles. Bill [Gray] dice que casi ninguna de las cuadrillas nocturnas ha regresado. No obstante, mantengo la comida lista. Me imagino que va a ser un tropel horrible cuando lleguen’. Ese día no se usó mucha comida (...) el cuartel estaba extrañamente vacío. Estaba tan callado que era casi escalofriante (...) Y luego, de la manera más súbita, el vacío cedió ante el alboroto; la tranquilidad, ante la horrible sirena de la ambulancia; y el blanco impecable del pabellón del hospital ante el rojo espantoso, el rojo de la sangre. Cuando entraron cargando el primer hombre con espuma saliéndole por la boca, gris como cemento, inconsciente, alguien gritó. En menos tiempo del que uno se puede imaginar, 47 hombres yacían tendidos sobre catres improvisados, con sus cuerpos llenos de heridas de balas. ¡Acción! Agua, alcohol, algodón, hombres y mujeres limpiando horribles verdugones morados de los cuales brotaba la sangre. Se desgarraba la ropa. Se encendían cigarrillos para los hombres que yacían tendidos, quienes apretaban las manos, se mordían los labios, para no gritar. Uno de ellos era un muchacho pelirrojo, un mensajero que sólo había estado observando. Le temblaba la mano cuando aceptó su cigarrillo. Sonrió, susurró un débil ‘gracias señora’, para luego desmayarse. Otro era Henry Ness. Le habían desgarrado la camisa, dejando al descubierto su espalda, cubierta completamente de verdugones morados. En su delirio, se alzó, luchando contra el médico que lo trataba de auxiliar, y se desmayó. Y luego el aullido de las ambulancias. ¡Abran paso! ¡Háganse atrás! ¡Dejen que los vehículos entren al garaje! ¡Que no entre nada más! (...) rápidamente lo cargaron hasta la ambulancia. Harry DeBoer estaba tendido en un catre. Enardecido ordenó a los socorristas, “Atiendan a algunos de esos otros primero”. Harry tenía una bala en la pierna, enterrada en el hueso justamente arriba de la rodilla. Ahora las ambulancias se iban llenando hasta las puertas, con todos los hombres que se pudieran mantener de pie. Llenas hasta más no poder, salieron, una por una, hasta que cuarenta y siete hombres iban rumbo a camas de dolor y algunos hacia el olvido”.[18]

Luego del Viernes Sangriento, veinte mil personas acompañaron la procesión para enterrar a los dos huelguistas asesinados y trabajadores de todo el país donaron dinero al sindicato y las familias de los obreros muertos. Las palabras de Marvel describieron cada una de las páginas de la heroica huelga de Minneapolis, que finalmente triunfó, como muchas huelgas, con mártires obreros.

El 22 de agosto, The Organizer mostró con orgullo la palabra VICTORIA en su portada, cuando las demandas de aumento de salarios, acortamiento de la jornada laboral y reconocimiento de derechos sindicales fueron alcanzadas. El corazón de la clase comenzaba a latir a un ritmo distinto en Minneapolis: su sangre, la combatividad de la clase obrera autoorganizada; sus arterias, un programa clasista. Y una necesidad que golpeaba el pecho con fuerza: la construcción de un partido revolucionario de trabajadores, para hacer de la huelga del local 574 sólo un primer paso.

[1] Historia del trotskismo norteamericano, de James P. Cannon.

[2] Era común que los partidos comunistas, en esta época ya bajo el stalinismo, utilizaran el adjetivo “trotskista” como razón de expulsión, contra todos aquellos que desafiaran la política del stalinismo e intentaran debatir las ideas del revolucionario León Trotsky, empujado al exilio.

[3] Estos dirigentes expulsados del PC formarán primero la Liga Comunista, más tarde el Workers Party y finalmente fundarán el Socialist Worker Party. Este núcleo de militantes logrará en la década de 1930 insertarse y tener cierta influencia en sectores de la clase obrera norteamericana. Cabe señalar también que el joven SWP gozó hasta la muerte de León Trotsky, entonces exiliado en México, de una relación muy estrecha con el dirigente ruso, que los aconsejaba directamente. A lo largo de la historia se vio atravesado por diferentes debates internos (como lo reflejara el mismo Trotsky en En Defensa del Marxismo, a propósito de las alas a favor y en contra de la defensa de la Unión Soviética como estado obrero). Otro debate importante que atravesará es durante los años de 1960, impactado por la Revolución Cubana y el castrismo (manteniendo una tendencia centrista hasta la actualidad). El grupo fundado por Cannon sigue existiendo en la actualidad aunque reducido.

[4] Rebelión Teamster, de Farrell Dobbs.

[5] Farrell Dobbs, op. cit.

[6] Ver introducción de este capítulo.

[7] Farrell Dobbs, op. cit.

[8] Idem.

[9] Idem.

[10] Socialist Word, 70th anniversary of Labor’s historic victory in Minneapolis, 23 de enero de 2005.

[11] Organización civil armada que funcionaba como banda paramilitar contra las huelgas y los “comunistas”.

[12]Testimonio de Miembro del Comité Women Active on firing line, extractos de American Militant, 2 de junio de 1934, publicado en The 1934 Minneapolis Strike, Revolutionary History, Vol 2 No.1, primavera 1989.

[13] “Revolt of the new working class”, de Helen Shooter, en Socialist Worker (Gran Bretaña), 21 de agosto de 2004, N° 1915.

[14] Cita aparecida en Farrell Dobbs, op. cit.

[15] Cita aparecida en Farrell Dobbs, op. cit.

[16] Farrell Dobbs, op. cit.

[17] “70th anniversary of Labor’s historic victory in Minneapolis”, en Socialist Word, 23 de enero de 2005.

[18] Farrell Dobbs, op. cit.

Nadezhda Joffe

Luchadoras. Historias de mujeres que hicieron historia

Nadezhda Joffe



“Todo el que se inclina ante los hechos consumados, es incapaz de preparar el porvenir.”[1] León Trotsky

¿Puede alguien sobrevivir por casi treinta años entre presidios y deportaciones? Nadezhda Joffe vivió, desde 1928 hasta 1956, desterrada en parajes inhóspitos de la Unión Soviética, detenida en cárceles de aislamiento y en campos como el de Kolyma -en Siberia-, uno de los destinos más horrendos que Stalin tenía reservado para los oposicionistas al régimen. Con sólo once años de edad al triunfo de la revolución de octubre de 1917, Nadezhda supo sostener sus principios hasta sus últimos días cuando falleció en Brooklyn con más de noventa años. ¿Cuáles fueron las imágenes que acudieron a su mente en su lecho de muerte? ¿Cuántos firmes camaradas, amigos asesinados, carceleros crueles, familiares con destino trágico desfilaron por su memoria como fotografías gastadas por el viento de la tundra, poco antes de morir?

Es difícil comprender cómo se deben haber sentido miles de revolucionarios cuando sus ideales fueron traicionados. Es difícil comprender, incluso, que ellos mismos no pudieran entender cabalmente lo que estaba pasando a su alrededor. Sin embargo, esto sucedió: miles de personas en la Unión Soviética vivieron durante décadas, aislados en cárceles, campos de concentración y “hospitales psiquiátricos”, intentando sobreponerse al hambre, al frío glacial, a la tortura y los fusilamientos de sus camaradas... sin comprender, comprendiendo a medias o intentando establecer un análisis marxista de estas vicisitudes de la historia que los tenía como trágicos protagonistas. Algunos murieron físicamente, otros lo hicieron espiritualmente, entregándose sin resistencia a la locura para escapar a los tormentos. Algunos se quebraron. Otros resistieron, soportaron, esperaron, pensaron, siguieron luchando por lo que creían. De ellos, hubo incluso quienes se atrevieron a escribir sus opiniones, relatar sus propias historias, redactar novelas y poesías, cuestionar los saberes oficiales y enviar sus elaboraciones artesanales, clandestinamente, al exterior.

Lo hicieron por meses, por años, por décadas. Acusados de “enemigos del pueblo” o, simplemente, por ser hijos e hijas de tales “enemigos”, millones fueron condenados al aislamiento. La historia, aún, no les ha rendido sus merecidos honores. El régimen de Stalin los acusó sin piedad y los condenó al ostracismo y la muerte. Pero las democracias de este lado del mundo, también los dejaron morir en el olvido, porque jamás podrían reivindicar a aquellos que así perecieron, no por aclamar las bondades del capitalismo, no por ser “agentes del imperialismo” -como quisieron ensuciarlos con falsas acusaciones-, sino por ser fieles a la revolución proletaria. Por ellos, Nadezhda puso en pie la Fundación Memorial, a través de la cual les rindió homenaje, desde el mismo momento de su liberación en 1956, cuando regresó a Moscú después de su propia larga noche.

Nadezhda era hija de Adolfo Joffe[2], uno de los más eminentes diplomáticos de la naciente república obrera, amigo personal de León Trotsky desde sus años de exilio en Europa, cuando Rusia vivía aún bajo el régimen zarista. Ingresó a la KOMSOMOL (Juventud del Partido Comunista) en 1919, cuando contaba con sólo trece años. Su actividad se desarrollaba entre los estudiantes de nivel medio. Apenas con la edad para ingresar a la universidad, asistió a la noticia de la muerte de Lenin, que ella relata con estas palabras: “En enero de 1924 murió Lenin. Esta vez el Congreso de los Soviets se realizó en el Teatro Bolshoi. Aunque varios ya sabían de su muerte, fue anunciado oficialmente desde la tribuna del congreso. Estuve en esta sesión y escuché el discurso de Nadezhda Konstantinovna Krupskaya[3]. Sin lágrimas, sino con una fuerza penetrada por el dolor, declaró: ‘Camaradas, Vladimir Ilych ha muerto. Nuestro favorito, nuestro querido ha muerto...’ Nunca había visto llorar a tantos hombres. Yo misma rompí en un mar de lágrimas y un desconocido, evidentemente un obrero, me abrazó, secando sus propias lágrimas y me dijo: ‘No llores hija mía, es inevitable’.”[4] Con la misma edad que León Sedov -el hijo mayor de León Trotsky y Natalia Sedova-, debió abandonar junto a él las filas de la Juventud Comunista, en 1924, por sumarse a la Oposición de Izquierda. Según recuerda, la KOMSOMOL recomendó a la dirección del partido su ingreso como miembro pleno; pero, justo en esa misma reunión en la que debían expedirse por su incorporación, se discutía la supuesta posición “antipartido” de Trotsky, sometiéndose a votación una resolución en contra de este dirigente revolucionario. Nadezhda no dudó en rechazar esa resolución y, según sus propias palabras, “ese fue el final de mi ‘carrera’ partidaria -antes de que comenzara.”[5]

Tempranamente, los golpes del régimen de Stalin cayeron sobre su familia. Su padre, agobiado por una enfermedad que no podía combatir -por las limitaciones que le imponía la burocracia para realizar el tratamiento adecuado fuera del país-, decidió acabar con su vida en 1927, cuando Nadezhda tenía veintiún años. Inmediatamente, se ordenó arrestar a Trotsky para enviarlo al exilio. Relatos anónimos coinciden con los recuerdos de Nadezhda sobre aquel momento en que su padre era enterrado en una ceremonia que se convirtió en el último acto público de León Trotsky en su tierra, con la participación de miles de oposicionistas.[6] Una de esas narraciones anónimas, que circuló clandestinamente en Rusia en doscientas páginas de papel de calcar, escritas a doble espacio, son testimonio elocuente de aquel episodio: “Las calles de Moscú estaban llenas de gente. El cortejo avanzaba lentamente. No había carruajes ni autos todos a pie. Detrás del féretro caminaba la viuda, María Mijailovna Joffe[7], apoyada en el brazo de Trotsky, que iba a su lado. (...). Luego venía la delegación oficial representante del gobierno (...). Luego, una columna de muchos miles de militantes, amigos del muerto, participantes activos de la Revolución y la guerra civil. Venían a rendir los últimos honores a su camarada en la lucha común por la causa revolucionaria. (...). En nombre de la salvación de la unidad del partido... Joffe puso fin a su propia vida, sacrificándose como un centinela en su puesto en el momento de mayor peligro, cuando estaba amenazado el futuro del partido. (...). El Secretario del Comité Ejecutivo Central de los Soviets (...) había dado órdenes de permitir la entrada únicamente a los parientes y amigos íntimos del extinto. Se nos ordenó ‘dispersarse inmediatamente y volver a sus casas’. Pero éramos diez mil. Tomamos las puertas por asalto. La policía retrocedió (...). Trotsky subió a la plataforma y descubrió su cabeza. Sus palabras fluían como una triste melodía que nos tocaba en lo más hondo. Yo había escuchado muchos discursos de Trotsky, pero ninguno como éste. Habló de su amigo, un revolucionario que había dedicado su espíritu ardiente a la causa de la revolución hasta la última gota de su sangre. (...). Y luego, la triste melodía del discurso de Trotsky comenzó a trocarse en un ardiente llamado a la vida, a la lucha por la vida: las vibrantes palabras de Trotsky penetraron en esa multitud de diez mil personas: ‘Nadie tiene el derecho de seguir el ejemplo de esta muerte. Deben seguir el ejemplo de esta vida.’ Era la orden del Comandante del Ejército... Jamás la olvidamos, ni siquiera en las jornadas más negras de la represión stalinista.”[8] A partir de ese momento, lo que la burocracia stalinista identificó como la “lucha contra el trotskismo” constituyó la columna vertebral de su accionar para la consolidación del régimen totalitario. La persecución a los “bolcheviques-leninistas” fue la experiencia en la que se comenzaron a probar el aparato policial, el servicio secreto[9] y el sistema del GULAG[10].

Después de la muerte de su padre y el exilio de Trotsky, Nadezhda siguió participando de las actividades de la Oposición de Izquierda. Stalin ya había declarado incompatible pertenecer al partido y adherir a las ideas de la oposición -hasta entonces una fracción legal del mismo. Muchos claudicaron entonces, velozmente, para no ser excluidos. Otros se afianzaron bajo las banderas de Trotsky. Precisamente, los primeros arrestos y deportaciones de este período, tenían el objetivo de quebrar a esa oposición irreductible. La misma Nadezhda relata que, entre quienes se oponían al régimen de Stalin, los trotskistas eran los más irreconciliables, en particular los jóvenes estudiantes. “Debo decir que de todos los grupos internos del partido, fueron sólo los trotskistas quienes pelearon más activamente. Hicimos aproximadamente lo que los revolucionarios hicieron en la clandestinidad zarista. Organizamos grupos de simpatizantes en las fábricas y las escuelas; publicábamos volantes y los distribuíamos.”[11]

Desde 1928, entonces, la oposición debe adoptar un doble funcionamiento legal y clandestino, para evitar la represión. En las colonias de deportados, paradójicamente, la actividad política de los oposicionistas se desarrollaba a la luz del día. En las grandes ciudades de la Unión Soviética, mientras tanto, existían núcleos que funcionaban ilegalmente, bajo la cobertura de miles de simpatizantes que les proveían su hospitalidad, su ayuda e incluso su protección. El núcleo de oposicionistas clandestino de Leningrado lo dirigía Aleksandra Lvovna, la primera esposa de Trotsky y madre de sus hijas, una mujer que Nadezhda reconocerá entre las últimas prisioneras que encontrará con vida, más adelante, en su última deportación.

En este período, junto con otro joven compañero de la Oposición, se le encarga a Nadezhda escribir su primer panfleto describiendo la personalidad de Stalin y su responsabilidad en la situación en que se encontraba el partido en esos momentos. “Fui a casa y me senté a escribir el primer volante de mi vida. ¿Cómo debía escribirlo? Detrás estaban las manifestaciones por el décimo aniversario de Octubre, el funeral de mi padre y el exilio de Trotsky. Recordé que en un volante de agitación política no podía revelar la repulsión personal, casi física que sentía en relación a este hombre, pero era difícil mantener una objetividad total. Saqué la Carta al Congreso de Lenin, que fue llamado su Testamento. Como saben, ésta no fue publicada después de la muerte de Lenin, pero en casa la teníamos (...) nadie podía escribir mejor (...). Usando la carta de Lenin escribí mi primer volante.”[12] Su libertad no duró mucho. Siguiendo el derrotero de otros viejos bolcheviques y jóvenes de la oposición, comenzó a ser interrogada sobre su actividad, comprendiendo entonces que un gran número de camaradas que habían estado en contacto con ella, ya habían sido arrestados.

Presa con otras mujeres, advierte que no ponían juntas en la misma celda a las personas comprometidas con el mismo caso, para que no intercambiaran información entre sí. Recuerda que allí vio a muchas ex - esposas de militantes trotskistas que habían sido arrestadas, aún cuando no tuvieran participación política; incluso, con humor, Nadezhda relata que dos ex - esposas de un mismo bolchevique fueron encerradas en la misma celda, pero que los carceleros no lograron su propósito de que las mujeres se enfrentaran entre sí. Presas de Stalin, sí; pero no presas de los celos. “Una persona se acostumbra a todo. Incluso la vida en prisión, con todas sus monstruosidades, se vuelve una rutina. Aparecen los amigos. El destino de la gente que sólo ayer era extraña es sentido con la misma agudeza que el de aquellas personas cercanas.”[13]

Encerrada en una de las cárceles de aislamiento, Nadezhda empieza a transcurrir los que serían los siguientes treinta años de su vida, signados por la represión, el destierro y los trabajos forzosos. En 1928, el mismo año en que es detenida en la prisión de Butyrki en Moscú, muere el camarada Butov luego de una huelga de hambre de cincuenta días para protestar contra las acusaciones de espionaje por las cuales se encontraba detenido en esta misma unidad carcelaria. Al año siguiente, la policía secreta lleva a cabo la primera ejecución sumaria de un militante oposicionista: se trata de Iakov Blumkin, héroe del servicio de inteligencia del Ejército Rojo y colaborador de Trotsky en su edición de escritos militares, que para entonces todavía seguía integrando las filas de la GPU. El golpe encerraba un claro mensaje: no más simpatizantes de Trotsky en las filas del ejército y de la policía del régimen. El propósito era someter a estos organismos a la voluntad política de Stalin, convirtiéndolos en ciegos instrumentos de la violencia represiva.

Nadezhda es liberada, por un breve período en el que parecía disminuir la política de terror ejercida por el gobierno. Sin embargo, poco tiempo después, la represión se vuelve a armar preparando un golpe más artero. Nadezhda es arrestada nuevamente, en 1936, y enviada a los campos de prisioneros de Kolyma.[14] El grueso de las filas de la oposición ya se encontraba entre los deportados. Hacia 1933, se estimaba que los oposicionistas de los campos ascendían a ocho mil. En esas condiciones, los desterrados conmemoraban cada 1º de mayo y cada aniversario de la Revolución de Octubre de 1917, manifestándose y cantando La Internacional, que estaba prohibida. Pero las acciones de protesta más generalizadas eran las huelgas de hambre: la primera fue en la prisión de Tomsk en 1928, luego en la penitenciaría de Tobolsk, más tarde en la cárcel de Verkhneuralsk donde el director del presidio encadenó a los huelguistas y los roció con agua fría, en pleno invierno, para obligarlos a ceder. En 1931, en la misma cárcel, estalla otra huelga de hambre de los comunistas que es apoyada por los prisioneros anarquistas. En 1933, estalló una huelga de hambre simultánea en varias prisiones, exigiendo el reagrupamiento de los detenidos políticos en un mismo lugar. Uno de los protagonistas lo recuerda con estas palabras: “Extenuados, fuimos alimentados por la garganta con sondas apropiadas. Los tormentos fueron inauditos. Nos introdujeron en la boca grandes trozos de goma; los huelguistas eran arrastrados como perros destrozados a la ‘celda de alimentación’. Nadie capitulaba individualmente. El día quince de la huelga, nuestro comité de huelga decidió ponerle fin al mediodía, porque muchos huelguistas intentaban suicidarse.”[15]

Pero si estas dramáticas escenas eran moneda corriente, el terror que se implantó a partir de 1936, alcanza niveles impensables. Mientras la reacción dominaba el mundo con el ascenso de Hitler y la inevitable marcha hacia una guerra mundial, Stalin ponía en práctica los Juicios de Moscú, con los que pretendió destruir definitivamente a los oposicionistas y aterrorizar a las masas soviéticas. Nadezhda, nuevamente detenida, engrosa el flujo inabarcable de los millares de nuevos deportados, entre los cuales se encontraba una mayoría de jóvenes. Para evitar su contacto con los viejos bolcheviques, se aisló cada vez más a estos últimos de los nuevos condenados. Como señala el historiador francés Pierre Broué “los campos eran cada vez más ‘campos de concentración’ y las ‘cárceles de aislamiento’ renovaron su población.”[16] Nadezhda, en sus memorias, también manifiesta esta misma impresión y concluye que el régimen stalinista estaba copiando los más horrendos métodos que luego hicieran desgraciadamente célebre al régimen nazi.

Cuando le informan que será enviada a Kolyma, su esposo, Pavel Kossarisky, reclama ser trasladado con ella. Su pedido es denegado y Pavel se declara en huelga de hambre. Inmediatamente lo separaron del resto de los prisioneros y lo encerraron en una celda de aislamiento. Cada vez que oía pasos cercanos a la celda gritaba “¡Avisen a Nadezhda que inicié una huelga de hambre!” Logró que su reclamo llegara a oídos de su esposa y, entonces, ésta se negó a ser trasladada y exigió encontrarse con su esposo. Finalmente, los enviaron juntos a Kolyma, un campo donde las condiciones eran aún más terribles. En este extremo septentrional de Rusia, con temperaturas que llegaban a cuarenta grados bajo cero, era habitual que los prisioneros declararan huelgas de hambre masivas para exigir que se cumplieran sus demandas. Allí trabajaban a cambio de un salario de novecientos rublos, de los cuales la mitad servía para pagar la vivienda y otros gastos y, el resto, se depositaba en una “cuenta del campo”. Mientras tanto, sus hijas quedaban al cuidado de su madre, de sus tíos, incluso estuvieron en orfanatorios. Nadezhda tuvo que soportar que uno a uno, todos sus familiares fueran cayendo víctimas de la represión. Su madre se había vuelto a casar con Mikhail Ostrovsky, un hombre modesto dedicado a su trabajo, que nunca dudaba de las órdenes partidarias y que no rechazaba el culto a Stalin que se imponía en todos los ámbitos de la vida política y cotidiana. Sin embargo, su obsecuencia no le sirvió de mucho. Lo arrestaron en 1937, fue interrogado sin que pudieran sacarle una sola palabra y se negó a firmar falsas declaraciones. El motivo de su detención: ser el padrastro de Nadezhda.

La crueldad contra los oposicionistas detenidos en los campos no tenía límites. Nadezhda recuerda una anécdota que la llevó a reflexionar sobre el por qué de las torturas. En 1937, una mujer que era miembro del Partido Comunista Polaco había sido arrestada y era sometida a interrogatorios casi todos los días, desde la tarde hasta el amanecer, en dos turnos. Durante la primera parte, el carcelero la golpeaba hasta dejarla inconsciente. El que venía después, extendía un abrigo en el suelo para que ella se recostara y recuperara sus fuerzas, mientras él tiraba las cosas al piso y caminaba golpeando sus botas con vehemencia para simular, ante sus pares, que seguía con los interrogatorios. Nadezhda reflexiona, entonces “si un hombre no quería ser un verdugo, no tenía que serlo bajo ninguna circunstancia. Eso significa, sin embargo, que el resto quería serlo...”[17] Pero a ella, probablemente por lo que significaba su apellido en la historia de la Revolución Rusa o quizás por su propia personalidad como dirigente de la KOMSOMOL y su antigua pertenencia al partido, le ofrecieron trabajar en el casino donde comían los jefes del campo. Era un buen trabajo para una prisionera, allí se garantizaban tareas fáciles y buena comida. Para sorpresa de los verdugos, Nadezhda no tomó la oferta: “servirles” a los despóticos guardias le parecía moralmente inaceptable. Eligió ser camarera en la cafetería de los prisioneros, entre iguales.

Su conducta irreprochable la hacía una líder nata. En 1938, cuando un coronel de alto rango llega a visitar el campo donde ella se encontraba detenida, Nadezhda reclama: hay que calentar la carpa donde viven las prisioneras, los niños necesitan leche, una muchacha está enferma y debe ir al hospital. El coronel, sorprendido por las denuncias temerarias de mujer se da vuelta y le dice a sus subordinados: “Anoten que todo eso debe ser realizado”. Y mirando a Nadezhda agrega: “¿Necesita algo más?”. La revolucionaria no le teme y, con la misma firmeza le informa que su marido estaba detenido trabajando en una mina a veinticinco kilómetros. Le aclara que, por ser un matrimonio, tenían derecho a cohabitar, aunque se tratara de un campo de trabajo forzoso para prisioneros del régimen. El alto jefe no tuvo otro remedio; se acercó a su lugarteniente e indicó: “Escriba el nombre del esposo, consiga sus cosas y arregle una reunión.” Más tarde, cuando es trasladada a otra zona, vuelve a mostrar su fuerte personalidad: la nombran coordinadora de un grupo de prisioneras obligadas a los pesados trabajos de lavandería. En poco tiempo, Nadezhda es castigada por haber dado permiso a las detenidas de encontrarse con sus novios, por no ser estricta con la gente que tenía a su cargo. Durante todo el verano de 1939 trabaja en la temporada de pesca. La administración del campo le quiere dar un premio por su trabajo; pero Nadezhda no acepta ningún galardón otorgado por sus propios carceleros. A cambio, solicita al director que le dejen visitar a su pequeña hija a quien no ve desde hace seis meses. Él mismo la conduce en barco hasta Magadan, donde se encuentra el refugio de los hijos de los prisioneros. Se encuentra con su hija Lera, con la que permanece una hora. Al principio, su propia hija no la reconoce, pero cuando ella se va, Lera grita y llora desgarradoramente.

De su hija mayor, Natasha, estuvo separada por casi diez años. Cuando vuelve a encontrarse con ella, la niña pasa al lado suyo de manera indiferente. “La llamé ‘Natasha’. No se parecía a la niña de seis años que había dejado hacía diez años, pero sabía exactamente que era ella. Se dio vuelta, me miró con sorpresa y me dijo, ‘Disculpe, ¿nos conocemos?’” La niña le relata, luego, lo que había sucedido con su vida y la de su hermana Kira durante todo ese tiempo en que estuvieron separadas de sus padres: “Me acuerdo cuando se llevaron a la abuela. Vinieron una noche cuando Kira y yo estábamos durmiendo. Me despertaron y me dijeron: ‘Niña, toma las cosas que tú y tu hermana van a necesitar mañana’. (...). Después vivimos con varios parientes (...). En la casa del tío Vitya, por ejemplo, todo iba bastante bien; nuestra bisabuela vivía ahí y nos quería mucho. Después murió. Me acuerdo de su muerte muy bien. Pero la tía Rosa dijo que tú eras mala, que te habías metido en política en lugar de pensar en tus hijos, y que te habían encarcelado, y alguien tenía que cuidar a tus hijos. Pero yo pensé que la abuela, después de todo nunca había estado metida en política, ni siquiera había trabajado, y la arrestaron de todas maneras. En general, mamá, Kira y yo nunca pensamos mal de tí, tampoco de papá. Cuando la guerra comenzó (...) fuimos a un orfanato. No conocíamos a nadie. Cuando los alemanes se acercaban al lugar, todos los niños que tenían parientes se fueron. Sólo quedamos diez con nuestra maestra. Cuando se acabó la comida la maestra dijo que ya no podía hacer nada, que todos los que pudiéramos teníamos que ir a Moscú.” En Moscú, el tío de las niñas las engaña pidiéndoles que se queden en su antigua casa, que él las iría a buscar. Pero nunca regresa. “Esperamos dos días y, el tercero, una persona que dijo que venía de parte del tío dijo que el tren se había marchado más temprano de lo esperado y que no había podido venir a buscarnos. En ese momento le creímos, pero ahora pienso que nunca intentó ir a buscarnos.” La hija mayor de Nadezhda tenía doce años y su hermana, nueve. Solas y desamparadas comenzaron a vender y trocar algunas cosas de la casa por comida. La más pequeña no soportaba el hambre y pedía pan. “No iba tener mañana ni pasado mañana. Me quería morir, así todo esto terminaría. Decidí arrojarme debajo de un auto. Y lo hice, pero una mujer logró sacarme de debajo de las ruedas. Me preguntó qué me pasaba y le conté.” Después de este dramático episodio, las niñas vuelven a ser trasladadas a un orfanato. “A veces los más grandes nos sacaban la comida y otras veces no había suficientes porciones y la maestra decía: ‘Éstas son hijas de enemigos del pueblo, pueden estar sin comer’. (...). El tío Vitya volvió y nos llevó a su casa. Tenía mucha comida pero durante un tiempo Kira y yo todavía escondíamos pedazos de pan o de carne. Los envolvíamos y los escondíamos en algún lugar, pensando que entonces, si volvíamos a sufrir hambre, contaríamos con reservas.”[18] En sus memorias, Nadezhda transcribe las palabras de su hija, textualmente. “Esto es lo que me dijo mi hija y yo lo escribí. No porque temiera olvidarlo -nunca olvidaré esto hasta que me muera- pero, así, otros podrán leer lo que ella dijo.”[19]

Como una pequeña alegría en medio de tanto dolor se consideraban los encuentros con viejos amigos y camaradas. Con tantos miles de arrestos diarios, no era difícil encontrarse con conocidos. Nadezhda reconoció, en Kolyma, a Anya Sadovskaya y a Liuba, su hermana pequeña, de la KOMSOMOL y amigas suyas. También se encontró con Bliuma Solomonovna Faktorovich y Sofía Mikhailovna, ambas viejas bolcheviques. A Sofía, las prisioneras más jóvenes la habían bautizado la “mamá del campo”. Su hija, Koka, también detenida, había nacido en una prisión zarista en la que Sofía había permanecido arrestada por sus actividades revolucionarias. Pero, quizás, el encuentro más impactante fue el que se produjo con Aleksandra Lvovna, la primera esposa de Trotsky. Con cuarenta años de militancia bolchevique y habiendo sufrido la prisión y el exilio a la que la condenó el zarismo, Aleksandra fue catalogada, también, como “enemiga del pueblo” y confinada a Kolyma. Quizás su peligro radicaba en sus principios, en su abnegada dedicación a la causa de la revolución proletaria y en haber sido compañera de León Trotsky en la vida como en la ideas. En el primer destierro en Siberia, cuando aún Rusia vivía bajo el imperio zarista, Aleksandra fue la que impulsó a Trotsky a escapar a Europa. Según recuerda el mismo Trotsky: “Aleksandra Lvovna ocupaba uno de los primeros lugares en nuestra Liga Obrera del Sur. Profundamente entregada al socialismo, con un absoluto desprecio de todo lo que le fuese personal, gozaba de una autoridad moral indiscutible. El trabajo común por la causa nos había unido íntimamente, y para que no nos desterrasen a lugares distintos, habíamos hecho que nos desposasen en la cárcel de depósito de Moscú.”[20] Refiriéndose a su exilio en Siberia recuerda: “Había que huir de allí. Por entonces ya teníamos dos niñas, la menor de las cuales no había cumplido aún cuatro meses. La vida en Siberia era dura. Mi fuga habría de hacérsela doblemente difícil a Aleksandra Lvovna. Ella fue quien decidió que debía hacerse. Los deberes revolucionarios pesaban más sobre su espíritu que toda consideración, principalmente si ésta era de orden personal. (...). La vida nos había separado, pero supo mantener inconmovible nuestras relaciones intelectuales y nuestra amistad.”[21] Esas dos hijas mujeres se dedicaron también, más tarde, a la actividad militante. Ambas murieron: Nina, la menor, falleció en Moscú, víctima de la tuberculosis; Zina, se suicidó en Alemania, presionada por el acoso permanente de la policía secreta de Stalin. Su hijo, Sieva, fue criado por Trotsky y Natalia Sedova, su segunda esposa, en el exilio de Coyoacán. Aleksandra, después del suicidio de Zina, escribió una carta a Trotsky: “Nuestras hijas estaban condenadas. Ya no creo en la vida. Espero constantemente algún nuevo desastre. (...). Ha sido difícil para mí escribir y enviar esta carta. Perdóname por ser cruel contigo, pero tú también debes saberlo todo sobre los nuestros.”[22] Después de la muerte de sus dos hijas, fue enviada a Kolyma, donde la encontró Nadezhda. Fielmente, esta última recuerda que, cuando le anunciaron su liberación, fue a despedirse de Aleksandra quien le dijo: “Si alguna vez lees o escuchas, en alguna parte, que he confesado ser culpable, no lo creas. Eso nunca sucederá, no importa lo que me hagan.”[23] No hay información sobre el destino final de esta valiente mujer. Sus hijas tuvieron una muerte prematura. Sus nietos quedaron desamparados, con una abuela prisionera y un abuelo en el exilio. Pero las palabras que resonaron por muchos años en la memoria de Nadezhda son una pequeña muestra de su heroicidad y grandeza.[24]

Quizás no se trataba de heroínas aisladas. Ya en 1936, cuando se inició la segunda deportación de Nadezhda y después del primer juicio de Moscú, los prisioneros de los campos de Vorkuta organizaron manifestaciones de protesta y votaron una huelga de hambre en asamblea general. María Joffe, segunda esposa del padre de Nadezhda relata en sus memorias que las reivindicaciones incluían el reagrupamiento de los presos políticos y su separación de los criminales; la reunificación de las familias dispersas en distintos campos; el derecho a realizar un trabajo acorde a la formación profesional de cada detenido y el derecho a recibir libros y diarios, además de una mejoría en las condiciones de vida y alimentación. Los que organizaron esta huelga, habían participado de las duras huelgas de hambre de Verkhneuralsk. Ésta, declarada por los prisioneros de Vorkuta, duró ciento treinta y dos días. Ni la alimentación forzosa, ni la suspensión de la calefacción a pesar de los cincuenta grados bajo cero fueron efectivos a la hora de quebrar la voluntad de los huelguistas que vieron triunfar todas sus demandas en febrero de 1937. Para 1938, treinta y cinco hombres y mujeres que habían sido dirigentes de esa huelga fueron llevados al bosque y alineados al borde de lo que serían sus propias fosas. Murieron ametrallados como miles de oposicionistas que siguieron ese mismo camino. María Joffe retiene la imagen, en sus retinas, de Faina Iablonskaia quien “mantenía la cabeza erguida a pesar de sus manos atadas a la espalda”[25]. El disparo del verdugo y, en instantes, el cuerpo de Faina yace sobre la nieve sin vida, envuelto en el tapado rojo de sangre.

Para 1941, Nadezhda ya no sabía nada de su marido y pierde las esperanzas de reencontrarlo con vida. Liberada, a medias, porque en el pueblo donde vive de la región de Kolyma le advierten que hay una “ley no escrita” que le impide abandonar la zona, Nadezhda debe permanecer en el destierro mientras dure la guerra, que culminará recién en 1945. Un amigo que sí tiene permiso para salir cuando lo desee, le ofrece casamiento para facilitarle este derecho. Nadezhda acepta este casamiento y, al poco tiempo de convivir con Goncharuk, queda embarazada de su cuarta hija, Lialka. En 1946, regresan a Moscú después de larguísimos años de destierro, prisiones y campos de deportados. Allí se entera de que su madre también había estado detenida por cinco años bajo el cargo de ser familiar de una “traidora a la patria”. Se separa de Goncharuk, con quien debe mantener una disputa por la tenencia de su pequeña hija. Mientras tanto, su hija Kira está viviendo en Azerbaidjian con su tío Vitya y Natasha, su hija mayor, se encontraba en Bakú cursando sus estudios de maestra, mientras Lera permanece con su abuela. En 1949, cuando telefonea a Natasha por su cumpleaños, le dicen que las autoridades necesitan hablar con ella. Cuando se presenta, es arrestada nuevamente. Es el período en que vuelven a prisión la mayoría de los sobrevivientes de los campos de la década de 1930, bajo la categoría de “repetidores”. Este nuevo arresto asesta un golpe muy duro a Nadezhda que se pregunta si es capaz de resistir nuevamente lo que se avecina. Por primera vez piensa en la muerte, sin embargo, no dice una sola palabra durante los interrogatorios.

Finalmente, liberada pero desterrada nuevamente a inhóspitos parajes alejados de Moscú forma pareja con un camarada. Su hija Natasha, entre tanto, se casa y tiene un hijo al que nombra Pavel, como su abuelo desaparecido. Recién en 1961, Nadezhda regresa a Moscú y exige la rehabilitación de Pavel, aprovechando la “desestalinización” que auguraban los nuevos funcionarios del régimen. “Escribí una carta a la comisión de control del partido para que le devuelvan la afiliación partidaria a Pavel. Escribí que ya no hacía ninguna diferencia para él, pero estaban sus hijas, y yo quería que sus hijas supieran que su padre vivió como comunista y murió como comunista.”[26] Por supuesto, con la misma firmeza con que se mantuvo aún bajo las más duras circunstancias que le tocaron vivir, Nadezhda consiguió que le entregaran el carnet de afiliado de Pavel Kossarisky.

Nadezhda murió en Brooklyn en 1999. Los pérfidos stalinistas del régimen del terror jamás le arrebataron una sola confesión. Sus palabras fueron resguardadas, bajo sus principios revolucionarios, para alcanzar la Historia a través de sus memorias escritas entre 1971 y 1972. Ella señaló en su libro que miles de oposicionistas sufrieron cárcel, exilio, soportaron los campos de trabajo forzoso y hasta la muerte por mantenerse fieles a su idea de que ése no era el socialismo que habían soñado las mentes más brillantes de su época. Entre esas mentes brillantes y esos espíritus nobles y valientes, Nadezhda ocupa también un lugar de privilegio.

[1] La Revolución Traicionada, de L. Trotsky

[2] Dice León Trotsky de Adolfo Joffe, en Mi Vida: “Joffe era un hombre de gran espíritu, muy sensible personalmente, y entregado por rentero a la causa, que sacrificaba al periódico su tiempo y su dinero. (...). Joffe fue de los que más activamente intervinieron en el movimiento de octubre. El valor personal de este hombre, enfermo de gravedad, era verdaderamente admirable. (...). Era un buen orador, reflexivo y animoso, y como escritor mostraba las mismas cualidades. (...). Lenin tenía en mucha estima la labor diplomática de Joffe. Viví muchos años en relación más íntima que nadie con este hombre, que se entregaba a la amistad de un modo íntegro y guardaba una fidelidad incomparable a sus ideas.”

[3] Esposa de Vladimir Illich Lenin

[4] Back in Time, de N. Joffe

[5] íd

[6] Los discursos pronunciados en el funeral de Joffe fueron la última aparición pública de la Oposición de Izquierda. Así lo menciona Isaac Deutscher en su libro El profeta desarmado y Roy Mevdeved en Que la historia juzgue que incluye, además, otros testimonios samizdat.

[7] Segunda esposa de Adolfo Joffe. María también fue víctima de la represión stalinista, viviendo durante veintiocho años en un campo de prisioneros. Sus memorias pueden leerse en One long night...

[8] Este texto forma parte de “Memorias de un bolchevique leninista”, uno de los samizdat recopilados por George Saunders en Samizdat. Voces de la oposición soviética

[9] La GPU, policía secreta del régimen, también adoptó el nombre de NKVD y, más tarde, fue popularmente conocida en Occidente bajo la sigla de KGB.

[10] Sigla conformada por las iniciales de Dirección General de Campos de Trabajo, en ruso. Más tarde, bajo esta denominación se hacía referencia no sólo a la administración de los campos sino también al sistema de trabajos forzados, en todas sus formas y variedades: campos de trabajo, de castigo, de criminales y políticos, de mujeres, de niños o de tránsito.

[11] Nadezhda Joffe, op.cit.

[12] íd.

[13] Ibíd.

[14] Región en el extremo oriental de Siberia. En los campos de prisioneros de Kolyma estuvieron detenidos más de seis mil trotskistas que no cesaron de reclamar un status de prisioneros políticos para sí mismos. Bajo durísimas condiciones, continuaron el combate contra el stalinismo y, finalmente, fueron aniquilados -la mayoría a mediados de la década de 1930.

[15] Llamado de Tarov al proletariado mundial, La Verité, 11 de octubre de 1935.

[16] Los trotskistas en la URSS, de Pierre Broué.

[17] N. Jofe, op.cit.

[18] Id.

[19] Ibíd.

[20] Mi Vida, de León Trotsky

[21] Id.

[22] Citado en El profeta desterrado, de I. Deutscher

[23] N. Joffe, op.cit.

[24] Antes de ser asesinado, él mismo, por un agente stalinista, León Trotsky asistió al asesinato de uno de sus hijos, la desaparición del otro, el suicidio de una de sus hijas y la muerte de la otra por una enfermedad. Soportó la masacre de amigos y colaboradores y la destrucción de la revolución de la cual había sido dirigente junto a Lenin.

[25] One long night, de María Joffe

[26] N. Joffe, op.cit.